En lo objetivo el grupo es el lugar de aprendizaje y re-aprendizaje. De creación y re-creación, pero en lo subjetivo es aquél que le permite al individuo crear vínculos de pertenencia, que al decir de los antropólogos se denomina Lugar Tradicional, lo que implica adquirir identificación, relación e historia. Esto permite alejarse del no-lugar, que es el que desidentifica o deja en el anonimato al sujeto.
El encontrarse periódicamente a realizar una tarea en común (recrearse) es la excusa para dejar aflorar la relación social que necesita el individuo en su afán de comunicarse con el otro.
El espacio-lugar donde se manifiesta el operar del grupo forma parte del conjunto de procesos y relaciones en estructuración continua e inacabada, que es la dinámica del grupo al decir de Marta Souto.
El espacio-lugar es anterior al conocimiento de los compañeros de grupo. Conocimiento de los compañeros implica que en esa relación de grupo, conoceremos los roles que éstos desarrollan dentro del grupo, inadvertidos por nosotros fuera de él, ya que el grupo modifica. El espacio-lugar esta ahí, tal cual es. Es el que reúne desde un primer momento y desde antes de comenzar la tarea de grupo.
Por lo general en las instituciones, el espacio-lugar asignado al grupo es utilizado por otras y variadas actividades, que también pueden ser reunión del mismo grupo con otras tareas, y, esto es lo que hay que transformar, para que los participantes experimenten que ese espacio a pesar de conocerlo en otras situaciones, en ese lapso temporal pertenece a la tarea de recreación y no a, por ejemplo, la de lectura o meditación en soledad o a la visita de parientes, u otra actividad facultativa.
Ese espacio-lugar forma parte de lo desconocido para el participante. Sabe que allí algo sucederá, pero ignora qué y se acerca con temores que el coordinador debe evaluar a fin de ayudar para su integración a la tarea del grupo.
Es ilusorio suponer o pretender que el coordinador convertirá el espacio (por Ej.: el geriátrico) en “la casa”. El hogar que cada uno tiene asimilado es muy diferente a lo que puede brindar aquél en su función de contenedor de la vejez. Sí existe, la posibilidad de proporcionar instantes, momentos de plenitud que permitan la manifestación de los viejos hacia la obtención de satisfacciones, tanto para el momento de encuentro grupal como para que los acompañen durante el resto del tiempo en forma de proyectos latentes que alimentan la sensación de plenitud, de estar activo y ser útil.
En referencia a lo que plantea Graciela Ragone en “La casa no es sólo cuatro paredes”, podemos adaptar dicho enunciado al funcionamiento grupal y decir que “El grupo no es sólo integrantes”. El grupo es vital: habla de nosotros, de nuestros vínculos, de nuestra historia, de nuestros cambios, de quiénes somos, de cómo somos y de cómo queremos ser o de cómo no queremos ser.
El grupo entonces brindará protección y abrigo. Será refugio y continente, depositario de afectos, proyectos y fantasías, pero también será promotor de alianzas, rivalidades, desplazamientos. Es importante tener en cuenta que el grupo hace acuerdos tácitos, temas que no habla pero están latentes, podríamos decir que existen en forma virtual, el famoso “de eso no se habla”, ya que el quebrar esa regla tácita puede ser promotor del riesgo de enfrentamientos o disoluciones.
Estar en el grupo es permiso para construir un proyecto. Es un proceso que lleva tiempo, no por eso desechable, ya que el proceso en sí mismo es el que construye, el que alienta; sin desmerecer la producción final que es la simple consecuencia final de la tarea.
Para que el grupo cumpla sus funciones primarias, según lo expresado más arriba, el coordinador debe, con anterioridad al primer encuentro, realizar un trabajo reflexivo profundo sobre el nuevo grupo a encarar, que dará sustento al aquí y ahora del grupo, ya que no existe práctica desprovista de pensamiento. No se puede actuar sin ideas. Luego tendrá la flexibilidad necesaria para ir modificando sobre la marcha su planificación acorde a la demanda real del grupo.
Él es quien provoca, excita, incita, sensibiliza, motiva e interesa a la gente, alentando a la participación activa de la misma, en acuerdo a los intereses de éstos.
Desde ningún ángulo de su tarea debe considerarse omnipotente. El coordinador conciente tiene pleno conocimiento de sus carencias por lo que continúa aprendiendo y re-aprendiendo, también en su relación con el grupo.
Su formación le ha provisto de elementos técnicos y conocimientos que pondrá en práctica en pos de los objetivos del grupo para que en el aprender haciendo cada integrante obtenga rédito.
El coordinador es también un mediador en el grupo que contribuye y ayuda a los participantes para el mejor aprovechamiento de las experiencias que se vivencian en él.
Es quien desata y dinamiza actividades con el propósito de que sean asumidas por el total de los integrantes del grupo.
Sin embargo si estas acciones no condicen con su comportamiento y su modo de actuar puede estancar o destruir el grupo en proceso de formación.
El grupo exige participación de sus miembros, pero ésta no debe ser manipulada por el coordinador y menos aún abandonar la tarea ante conductas espontáneas de los integrantes dejando librados a los participantes a lo que buenamente quieran hacer. El coordinador procura “intencionalidad” que no significa directividad, sino que intenciona-interviene en el accionar del grupo a fin de que no se pierdan los objetivos perseguidos por el mismo.
En camino de la transformación del espacio en lugar, algunas acciones a seguir por el coordinador, en la primeras reuniones, pueden relacionarse con la creación de una atmósfera propicia para el trabajo grupal (música de fondo, sahumerios (con anterioridad se deberá realizar una intervención a fin de detectar posibles participantes alérgicos o que rechacen los mismos), objetos que despierten la curiosidad, etc.). Es importante aquello de “un poco de música sonando y es imposible que alguien no pueda viajar por su sensibilidad”. El aroma en el ambiente crea una sensación ritual que separa ese instante de otros instantes, identifica el espacio-lugar. Luego hay una impresionante cantidad de técnicas probadas y otras que el mismo coordinador creará alentando al grupo en su participación, que como un instrumento más de la interacción, al llevarlas a cabo permitirán que los integrantes junto al coordinador estén más cerca, a cada instante, de la transformación del espacio en lugar.
Entonces a fin de proponer una respuesta al tema convocante del trabajo práctico, me inclino a manifestar que el coordinador debe realizar su tarea con excelencia, honesta y sinceramente, sin escatimar esfuerzos, aportando todo su bagaje de conocimientos y herramientas disponibles para enriquecer permanentemente el desarrollo del grupo que lo convoca, sin permitirse estar desatento a las demandas, creciendo a la par de éste sin mecanizarse.
De esa forma, teniendo en cuenta las funciones del coordinador (que no son todas las expuestas) y la interacción del grupo, se puede concluir que la transformación del espacio en lugar es una tarea conjunta, objetiva y subjetiva a través de actividades interaccionantes realizadas entre el coordinador y el grupo, como así también de los integrantes entre sí y el coordinador. Un ida y vuelta sin lugar a dudas.
El espacio sin el grupo es un vacío. El lugar es significado por su/s habitante/s.
El lugar está en el grupo, se traslada con el grupo y, permanece latente en cada integrante, hasta el regreso.-
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