Todas las semanas leemos conclusiones de nuevos estudios que tratan de entender la enfermedad de Alzheimer, que afecta cada vez a más personas en todo el mundo.
Sin embargo, resulta difícil aplicar los nuevos descubrimientos para ayudar a pacientes que ya manifiestan problemas cognitivos. «Se trata de pasos importantes, pero necesitaremos todavía años para que den resultados», comenta David Knopman, neurólogo especialista en la enfermedad de la Clínica Mayo (Minnesota, Estados Unidos).
En National Geographic hacemos un resumen de algunos de los últimos avances con resultados significativos:
Sueño y Alzheimer
El pasado mes, un estudio llevado a cabo por Maiken Nedergaard, profesor de neurocirugía de la Universidad de Rochester, sugirió que el sueño ayuda a limpiar el cerebro de moléculas dañinas, como la proteína beta-amiloide, principal componente de las placas seniles (depósitos que se encuentran en el cerebro de las personas con esta enfermedad).
La investigación se realizó en ratones, no en humanos, pero nos demuestra que, efectivamente, el sueño puede mejorar la eliminación de amiloide.
Otro estudio afirma que existe relación entre los desórdenes del sueño y el Alzheimer. Así, expertos de la facultad de Medicina de la Universidad de Nueva York han relacionado la apnea del sueño con indicadores de la enfermedad.

Prevención
Estudios anteriores han demostrado que la enfermedad de Alzheimer se desarrolla en el cerebro aproximadamente 20 años antes de que se perciban los síntomas conocidos por todos, como la discapacidad cognitiva, y pueda diagnosticarse.
«Al igual que ocurre con el cáncer o las enfermedades cardíacas, hay un largo periodo de tiempo en el que nada nos hace pensar que la enfermedad ya está progresando», afirma Pierre Tariot, del Banner Alzheimer's Institute.
Los cambios comienzan con la acumulación de placas de beta-amiloide en el cerebro. Unos diez años después, la proteína tau comienza a crear ovillos neurofibrilares, y el cerebro empieza a ralentizarse cinco años más tarde. Sin embargo, probablemente hagan falta otros cinco años antes de que empiecen a manifestarse los síntomas.

 En la actualidad, los pacientes únicamente tienen acceso a la medicación después del diagnóstico y ésta sólo sirve para controlar los síntomas, no para revertirlos ni curar la enfermedad. «Intentar intervenir en un proceso que lleva 20 años en marcha es como llegar al partido a un minuto del final», afirman los expertos.
Por eso los investigadores siguen intentando descubrir cuándo comienza la enfermedad y cuáles son los primeros pasos, tratando de identificar marcadores biológicos, como líquido cefalorraquídeo o proteínas beta-amiloide.

Próximas investigaciones
Randall Bateman, profesor de neurología en la Universidad de Washington, busca para su nuevo estudio participantes que hayan heredado una mutación genética rara, presente en menos del uno por ciento de la población, que aumenta el riesgo de aparición temprana de Alzheimer. Puesto que los síntomas pueden aparecer hacia los treinta años, los participantes pueden tener 18. El ensayo probará tres técnicas para tratar de eliminar o evitar la formación de placas seniles. Según Bateman, se trata del primer estudio con humanos centrado en la proteína beta-amiloide, y los primeros resultados podrían ver la luz en dos años.
Otros estudios se centrarán en el impacto del estilo de vida, como la dieta, el ejercicio y el estrés.
En cualquier caso, los expertos coinciden en una cosa, y es en que todavía hay un largo camino que recorrer y muchos aspectos que analizar, por lo que hay esperanza para pacientes e investigadores.
Fuente: http://www.nationalgeographic.es               Fotografía de Lynn Johnson, National Geographic