Escribe: Lic. Gustavo Mariluz en exclusiva para Recreadultos.
Una aproximación desde la teoría de las Representaciones Sociales y la cultura de la ancianidad.
Introducción
ARGENTINA ES UN PAÍS ENVEJECIDO. Esto quiere decir que el porcentaje de personas mayores de edad tiene un peso significativo en la composición demográfica nacional. Esta característica, conocida como Envejecimiento Poblacional, no solo es un desafío a nivel político por sus implicancias sociales sino que también significa un espacio para la investigación sociológica en virtud del impacto social de este fenómeno.
Ante este hecho empíricamente demostrado la Sociología del Envejecimiento indaga las cuestiones de la vejez y desarrolla un corpus académico con la intención de conocer sobre este fenómeno, que no es sólo biológico, y de brindar respuestas adecuadas para mejorar la calidad de vida de las personas ya envejecidas y las que están envejeciendo.
El artículo que se presenta a continuación tiene como objeto indagar, dentro del marco de la Teoría de las Representaciones Sociales, sobre algunos mitos y prejuicios sobre la vejez y los viejos considerando que esta dilucidación nos permitirá saber que se esconde detrás de la formulación de los mitos y de los prejuicios.
Se utilizará la denominación de viejo para designar a las personas mayores con la intención de comenzar a reivindicar tal denominación y contrarrestar la carga negativa que muchos mitos y prejuicios descargan sobre dicha palabra. Para quien esto escribe, la palabra viejo no tienen ninguna carga peyorativa sino todo lo contrario y es mi intención comenzar a reivindicar esta palabra. Vaya pues esta aclaración para evitar malos entendidos.
El presente artículo es un capítulo de un trabajo más extenso denominado Aproximación a la Sociología de la Vejez y que forma parte de la materia Sociología del Envejecimiento dictada en el Curso de la Escuela de Recreación para la Vejez, Ciudad Autónoma de Buenos Aires (www.istlyrecreacion.edu.ar/PUBINSCL_ERV.htm), como así también del Curso Integral de Gerontología Crítica dictado por la Sociedad Iberoamericana de Gerontología SIG (www.gerontovida.org.ar)
1. La cultura de la ancianidad
La cultura de la ancianidad está basada principalmente en la experiencia de vida de los viejos. Estos, por definición y por sentido común, son los que más han vivido, es decir, los que más tiempo de vida llevan en este mundo. Este es un hecho indiscutible. La vida actual, la llamada sociedad posmoderna, posee una característica que resalta: la velocidad y la cantidad de transformaciones sociales. En otras palabras, la sociedad cambia mucho y lo hace velozmente.
Esta característica contrasta con el ritmo al que estos viejos estaban acostumbrados en su juventud. Estos dos factores, largo tiempo de vida y rapidez de los tiempos conforman las determinaciones de la cultura de la ancianidad. Un ejemplo: un viejo actual, residente en la ciudad, pudo haber nacido en un medio rural y haber migrado hacia ella en busca de trabajo, haber participado en la Segunda Guerra Mundial, haber presenciado los comienzos y el fin de la Guerra Fría, la conquista de la Luna y asiste casi pasivamente a la informatización de la sociedad, maneja un CD o una computadora, posee tarjeta magnética y una infinidad de mercancías que nunca hubiera soñado o imaginado en su “simple” mundo rural. Todos estos procesos ocurridos a lo largo de su experiencia de vida constituyen uno de los parámetros fundantes de la cultura de la ancianidad y la determinan.
En este punto se hace importante destacar la presencia o ausencia de modelos. Cuando los viejos eran jóvenes el modelo a seguir estaba basado en otros valores donde el respeto a los ancianos y la formación de una familia eran de importancia. Hoy asisten asustados y preocupados a la dilución de estos valores con lo que se refuerza su aislamiento e incomprensión del mundo en que viven. Es evidente lo complejo que se les hace la existencia a aquellos que no están en condiciones de adaptarse a los nuevos ritmos y estilos de vida. La sencilla tarea de hablar por un teléfono público con botonera en vez de disco y utilizar tarjetas en vez de fichas se complejiza por la falta de comprensión en el manejo del aparato. Lo mismo puede suceder con las máquinas expendedoras de boletos, las puertas automáticas, los teléfonos inalámbricos y un montón de ejemplos que el lector conocerá. La irrupción de la tecnología del control remoto y los aparatos domésticos programados digitalmente pueden ser un jeroglífico difícil de desentrañar para aquellos socializados en las máquinas mecánicas con palancas y alambres donde la destreza manual podía sortear inconvenientes. Algunos informantes mencionan que podían reparar con pocas herramientas máquinas como el lavarropas, la televisión y que era un hobby para ellos pero ahora ni se atreven a manejar el lavarropas automático y programable que algún hijo les regaló.
La ausencia de modelos y la incapacidad para construirlos se revela como otra característica de la cultura de la ancianidad. Ante esta ausencia la sociedad de consumo se hace presente y los genera de motu propio para su beneficio. Los nuevos modelos generados desde el exterior del colectivo están relacionados con el goce y la felicidad como derivados de las diversiones como finalidad vital. La vejez es un período de la vida cuyo fin es la diversión generadora de felicidad.
Este modelo lúdico a la vez funciona como justificativo de los supuestos avances sociales; al fin y al cabo, la jubilación es un “premio” para los trabajadores y no una expulsión forzosa del mercado laboral.
Coincidimos con Salvarezza cuando indica que “cada grupo cultural produce su propio tipo de envejecimiento, sus propios viejos y las cualidades que designan a este producto deberán ser leídas dentro del momento socio-histórico-político de su producción”. En otras palabras, cada sociedad produce un tipo especial de viejo que cobra sentido a partir de los determinantes socioculturales que ella misma impone.
2. Mitos y Prejuicios sobre la vejez
Al estudiar la vejez, como otros temas sociales, abunda la confusión entre hechos científicos y mitos de la opinión pública. Los mensajes se hallan deformados por intereses que rigen la selección de noticias y por el desconocimiento de los auténticos hechos. La vejez se configura como un terreno apto para el desarrollo de algunos mitos, muchos de los cuales asumen un aspecto negativo.
Entendemos al mito como un habla . El mito no se define por el objeto de su mensaje sino por la forma en que se lo profiere.
El mito es un sistema semiológico particular que se edifica a partir de una cadena semiológica que existe previamente. Es, en términos de Barthes “...un sistema semiológico segundo”, es una especie de metalengua en la cual se habla de la primera.
El mito cumple una doble función social: designa y notifica, hace comprender e impone, se presenta como una notificación y como una comprobación. El mito, a diferencia del significante del primer sistema (la lengua) es un concepto proveniente de un proceso que ya tiene una historia e, igualmente, un sentido. El mito postula, en si mismo, un saber, un pasado, una memoria, un orden comparativo de hechos, de ideas, etc. Desde esta perspectiva, el mito puede formar parte de lo que se conoce como Representaciones Sociales. No es ni opinión ni ideología, tampoco es un a creencia pero tiene la propiedad de constituir la realidad social y, al mismo tiempo y en forma dialéctica, ser constituido por ella. La sociología hace años que estudia las Representaciones Sociales a sabiendas del poder comprensivo que tienen estas para entender el fenómeno de la construcción social de la realidad. Los seres humanos tenemos una vida cotidiana que es una especie de “logística” vital que nos permite vivir y reproducir la vida social. Las Representaciones Sociales y los mitos, entendidos como dimensiones propias de ellas, nos permiten dar sentido a los fenómenos sociales que nos rodean y que no terminamos de comprender. El abordaje de cuestiones tales como la vida, la muerte, la reproducción biológica, la vejez, la niñez, etc., sin significadas socialmente mediante “artefactos” (palabras) conceptuales tanto psicológicos como sociales estudiados por la teoría de las Representaciones Sociales. Estas y los mitos, entonces, como fundamentos de un sentido común social que no solo colabora en la construcción social de la realidad sino que también la institucionaliza dotándola de significación susceptible de interpretación social. Justamente, debido a esta característica, se entiende como de importancia su estudio a nivel sociológico pues su análisis nos puede dar claves para entender como se constituye el conocimiento social y como definimos nuestros particulares “mundos de vida” en donde desarrollaremos nuestra vida cotidiana .
El mito es también un habla que nos dice conceptos e interpretaciones ya elaborados socialmente y en este devenir se inscriben procesos de múltiples significaciones. En el caso de la vejez, estas significaciones construidas socialmente revisten, en términos generales, connotaciones negativas que no necesariamente se comprueban empíricamente.
Los mitos, por otra parte, son plásticos, ambiguos, pueden moldearse, alterarse, deshacerse y hasta desaparecer por completo. Precisamente como son históricos la misma historia puede suprimirlos. Esta inestabilidad del habla fundamentará el surgimiento de los neologismos, un surgimiento que es inevitable. A partir de la emergencia del neologismo se establece una de las dos funciones del mito: la primera es la de ilustrar u orientar la respuestas que nos podemos formular acerca de cuestiones trascendentales para nuestra vida, es decir, respondemos con nuestros mitos a las preguntas formuladas sobre el origen de la vida, la muerte, Dios, etc.; y, a su vez, el mito deforma el saber aprendido. El mito no oculta nada sino que deforma lo que se pretende saber.
Descubriendo la significación de los mitos sobre la vejez estaremos en condición de reducir los efectos de los mismos. Por ejemplo, si un viejo se olvida las llaves de su casa creeremos que el viejo está perdiendo la memoria (mito del viejo desmemoriado) y hasta quizás consultemos a un médico para que lo medique. Comienza a operar un mito que nos informa que la vejez invariablemente conduce a la pérdida de la memoria. Si un joven extravía sus llaves solo diremos que es olvidadizo o no diremos nada ya que es normal que la gente pierda cosas.
El mito “es una palabra robada y devuelta. Solamente la palabra que se restituye deja de ser la que se había hurtado: al restituirla, no se la ha colocado exactamente en su lugar. Esta pequeña ratería, este momento furtivo de un truco, constituye el aspecto transido del habla mítica”
Se entiende por prejuicio un juicio anticipado o un juzgar antes de tiempo sin tener un conocimiento completo del objeto al que nos referimos; éste aparece teñido con sentimientos favorables o desfavorables. En el juicio predomina el razonamiento; en el prejuicio, el sentimiento, lo subjetivo e irracional. El juicio admite modificaciones en función de nuevos conocimientos en tanto que el prejuicio es mucho más difícil de cambiar.
Los prejuicios son adquiridos durante la infancia y luego se van racionalizando durante el resto de la vida. “Generalmente son el resultado de identificaciones primitivas con las conductas de personas significativas del entorno familiar y, por lo tanto, no forman parte de un pensamiento racional adecuado, sino que se limita a una respuesta emocional directa ante un estímulo determinado”
En el prejuicio prima el temor y la ignorancia. El temor de que la vejez nos puede afectar por lo tanto debemos levantar una muralla entre ellos y nosotros. La ignorancia nos priva de entender y conocer este proceso que inevitablemente nos afectará. Los prejuicios contra los viejos brindan la base para la institucionalización de la Teoría de la Desvinculación.
El estereotipo tiene similitud con el prejuicio. Es una imagen global que no se funda racionalmente sino en forma irracional y pasional y pretende definir y caracterizar a la generalidad de los individuos, en este caso, los viejos.
3. Estereotipos negativos sobre la vejez
En torno a la vejez existen estereotipos e ideas preconcebidas. Entre ellos encontramos:
- Que la vejez es una enfermedad.
- Que los viejos se vuelven niños.
- Que los viejos no son adultos, es decir, no productores.
- Que la vejez significa pérdida.
- Que de la vejez no se sale. Es crónica.
-Que los viejos se llevan mal con los jóvenes. Mito del conflicto intergeneracional.
- Que ser viejo es ser dependiente.
- Que los viejos no poseen saberes útiles. No pueden aportar nada.
- Que los viejos son una carga y molestos.
- Que el viejo es feo, es decir, su cuerpo y su rostro no son bellos.
- Que los viejos son avaros. Mito del viejo "Hucha".
- Que los viejos son gruñones y malos. Mito del viejo brujo.
- Que los viejos son degenerados sexuales. Mito del "viejo verde".
- Que los viejos no deben sufrir ni enterarse de cosas negativas. Se los tiene al margen de la realidad, se les miente, se les oculta informaciones.
- Que los viejos no pueden decidir por sí mismos. No saben ni siquiera administrar sus bienes...entonces se lo administramos nosotros.
- Que son proclives a tener determinados accidentes, entonces le prohibimos hacer determinadas actividades.
- Que no tienen interés ni preocupaciones. Sus opiniones no valen.
- Que les gusta estar solos.
- Que no tienen necesidades personales, entonces se arreglan con pocas cosas.
- Que no tienen vida sexual ni sexualidad.
- Que no se enamoran. Está mal visto que se casen o que formen una nueva pareja.
Estos estereotipos refuerzan la imagen negativa que se tiene de la vejez y colaboran para que los viejos sean marginados y construyan un sentimiento importante de ausencia de poder. De esta manera, estas ideas contribuirán a que se recluya a las personas viejas en geriátricos o en "ghettos de incomprensión".
CONCLUSIÓN
Los hombres viviendo en sociedad establecen relaciones e interacciones sociales y es el habla lo que permite su comunicación. En nuestra vida suceden hechos que no siempre podemos entender y, sino entendemos lo que nos pasa, las posibilidades de fracaso y de angustia se potencian. Para evitar estas cuestiones es imprescindible desarrollar alguna forma de conocimiento. La teoría de las Representaciones Sociales nos brinda un camino epistemológico para entender como se produce este conocimiento esencial para interpretar la vida que nos rodea. Los mitos y los prejuicios forman parte de estas Representaciones Sociales en su versión negativa toda vez que tienden a deformar la realidad construida socialmente y a no integrar a los sujetos que no comprendemos. Algunos fundamentos ancianistas discriminadores se asientan en estos mitos y prejuicios por lo que se presenta como fundamental conocerlos y desenmascararlos para así poder “construir un mundo para todas las edades” tal como nos dice la Organización de las Naciones Unidas en su Asamblea Mundial sobre el Envejecimiento. En pos de esta construcción solidaria e integradora es que se ha escrito este artículo.-
No hay comentarios:
Publicar un comentario