Viviendas para mayores del colectivo LGTB, en Los Ángeles.

Homosexuales y lesbianas mayores y los jóvenes sin techo del colectivo LGTB dispondrán de viviendas asequibles y servicios de apoyo especializados en la ciudad de Los Angeles.

Las viviendas estarán integradas dentro del complejo urbanístico Anita May Rosenstein Campus, que prevé la construcción de 100 viviendas asequibles para personas mayores, 35 pisos de apoyo para jóvenes, centros sociales, locales comerciales y 350 plazas de aparcamiento. El centro dispondrá además de 100 camas para jóvenes sin techo y una gran cocina para alimentar a personas sin hogar de cualquier edad.
Si bien las viviendas y servicios están orientados específicamente a gais, lesbianas, bisexuales y trans, también se dará apoyo a personas necesitadas que no se identifiquen con este colectivo.

La creación de este espacio supone una ampliación de las actuales instalaciones del Centro LGBT de Los Angeles y dará cabida a un nuevo centro de salud, para atender la creciente demanda de servicios en esta materia: asistencia primaria, salud mental, recuperación de adicciones, tratamientos y prevención de enfermedades de transmisión sexual, entre otros.
El espacio ha sido diseñado por el equipo de arquitectos Leong Leon, con sede en Nueva York, en colaboración con la firma local KIllefer Flammang. El LGBT Center de Los Angeles ha puesto en marcha una campaña de recaudación de fondos para financiar el proyecto, que tiene un presupuesto de 40 millones de dólares. Una parte de los fondos ya se ha conseguido gracias a las donaciones de la Fundación  Anita May Rosenstein (7 millones). Se estima que el centro podría estar acabado en 2019.

El futuro centro estará situado en North McCdden Place, muy cerca del Hollywood’s Circus Disco, una antigua discoteca gay reconvertida en refugio para la comunidad homosexual. El Circus Disco vivió una época dorada en los años setenta y pronto será demolido. Situado en un tramo industrial de Santa Mónica Boulevard, la discoteca abrió sus puertas a las minorías homosexuales. En aquella época, la mayor parte de clubes gais eran exclusivamente para hombres blancos, por lo que un sector del colectivo se sentía excluido.  Las mujeres lesbianas, reacias a entrar en muchos locales gays de Los Ángeles, también se daban cita  en el Circus algunas noches.
Décadas más tarde, la carrera de Circus Disco está llegando a su fin. El Ayuntamiento de Los Ángeles tiene previsto construir condominios en el sitio del club, uno de los muchos nuevos proyectos residenciales próximos a Hollywood.
Fuente y foto: Universo Gay (texto modificado), L.A.LGBT Center.

El chocolate evitaría pérdida de la memoria asociada a la edad

“Es un fruto, como de almendras, que venden molido y tiénenlo en tanto que se trata por moneda en toda la tierra y con ella se compran todas las cosas necesarias”. 

Así presentaba Hernán Cortés el cacao a Carlos I, a su regreso del entonces “Nuevo mundo” recién descubierto por Colón. El nombre científico de esa venerada bebida originariamente de sabor amargo es Theobroma cacao, que literalmente significa alimento de los dioses. Las leyendas mayas y aztecas cuentan que fue un regalo divino a los “mortales”.
Un delicioso regalo que desde entonces ha gozado de buena fama y a partir de ahora la tendrá mejor aun. Las propiedades neuroprotectoras que se le han atribuido acaban de ser confirmadas por un estudio publicado en la prestigiosa revista Nature Neuroscience.
Uno de sus componentes, la epicatequina, un flavonol con acción antioxidante, ha demostrado su eficacia para revertir las pérdidas de memoria normales asociadas a la edad. Esas que a partir de los cincuenta hacen más difícil localizar el coche en la playa del supermercado o que haya que poner más empeño en aprender cosas nuevas o recordar nombres.
Movidos por esa fama de protector del cerebro que rodea al cacao, los investigadores probaron una dieta rica en epicatequina (900 miligramos al día) durante tres meses en 37 voluntarios sanos con edades comprendidas entre 50 y 69 años. El ensayo, doble ciego, mostró una mejoría notable en la cognición equivalente a un rejuvenecimiento de 30 años, aseguran los investigadores de la Universidad de Columbia. “Los participantes que tenían una memoria típica de una persona de 60 años al inicio del ensayo, después de tres meses de consumo de una bebida rica en flavonoides del cacao mostraban una mejoría en su memoria que los equiparaba a las personas de 30 o 40 años”, explica Scott A.Small, director del Centro para Estudio de la Enfermedad de Alzheimer, que lidera el trabajo.

Las pruebas

Tal afirmación se basa en los resultados obtenidos con dos pruebas complementarias. Por un lado, un test que los investigadores han adaptado para medir específicamente la actividad de un región concreta del hipocampo (el guardián de la memoria) que previamente se había visto que se deterioraba con la edad en paralelo a la dificultad para recordar: el giro dentado.
Con su investigación han conseguido la primera evidencia directa de que el declive de la memoria asociado a la edad se debe a cambios en esta región especifica del cerebro (el giro dentado del hipocampo) y, lo que es más interesante, que este deterioro puede revertirse con una intervención dietética.
Estudios previos con ratones, en agosto del año pasado, les pusieron sobre la pista. En esa ocasión la investigación en la que participaba Scott la dirigía el premio Nobel Eric Kandel, galardonado en el año 2000 precisamente por sus estudios sobre la memoria. Entonces encontraron una molécula implicada en la pérdida de memoria asociada a la edad, que además permitía confirmar de manera “irrefutable” que esos despistes frecuentes con el paso de los años no están relacionados con la enfermedad de Alzheimer, aseguraba Erik Kandel.
Mientras que la pérdida de memoria asociada a la edad se asocia al giro dentado del hipocampo, las primeras anomalías que tienen lugar en la enfermedad del Alzheimer ocurren inicialmente fuera de esta región, en la corteza entorrinal.
Muy esperanzador fue entonces que lograron revertir esa pérdida de memoria no patológica en los roedores aumentando los niveles de esa proteína deficitaria, denominada RbAp48, que se localiza precisamente en el giro dentado. “El hecho de que hayamos sido capaces de revertir la pérdida de memoria asociada a la edad en ratones es muy alentador”, destacaba el año pasado el Nobel Kandel. 
Incrementar los niveles de esa proteína en nuestro cerebro es algo más complicado. Por eso Small pensó en los flavonoides del cacao, que previamente había demostrado beneficios para el cerebro. Y funcionó. Los voluntarios que habían recibido una dosis alta de flavonoides mejoraban espectacularmente en una prueba de memoria que consistía en encontrar diferencias sutiles en el menor tiempo posible entre dos imágenes muy parecidas. Precisamente la agudeza que se pierde con la edad, que reside en el giro dentado del hipocampo, y nos hace despistarnos en el aparcamiento.
Las puntuaciones del test encontraban un apoyo adicional en los cambios observados por un método específico de resonancia magnética, que mostraba un funcionamiento notablemente mejor del giro dentado de los participantes que habían recibido la bebida a base de flavonoides.

Somos lo que comemos

Aunque los médicos no suelen dudar en admitir que una dieta alta en colesterol puede acarrear problemas para el corazón y el cerebro, pero son más reacios a admitir que determinados componentes de la dieta pueden contribuir a mejorar la salud de estos órganos, a pesar de que algunos estudios lo apuntaban, aun sin demostrar una relación causa-efecto. Y eso es lo que ahora ha logrado Scott con las epicatequinas, presentes en el cacao, el te verde, frutos rojos y algunos vegetales. Gracias a su investigación puede que cambie esa idea y se admita que somos lo que comemos.
Sin embargo, los propios investigadores advierten que no es posible obtener 900 miligramos del flavonoide epicatenina comiendo chocolate. En primer lugar porque los procesos de fabricación, como el tostado y el tratamiento con álcali para quitarle el sabor amargo al cacao, hacen que se pierda hasta el 90% de este beneficioso compuesto. Y porque una dosis de chocolate diaria para obtener tal cantidad sería perjudicial para la salud.
Además, advierten, aunque muy alentadoras, sus conclusiones se han obtenido con una muestra pequeña de personas, 37 voluntarios, por lo que tendrán que ser replicadas en un estudio a gran escala, que el equipo de Columbia ya está planeado llevar a cabo.
Preguntado por ABC, Scott no descarta la posibilidad de que en unos años podamos encontrar en la farmacia suplementos de flavonoides, igual que ya ocurre con los ácidos grasos omega-3. “Supongo que a la vista de nuestros resultados sería factible. O tal vez sea interesante diseñar una dieta alta en flavonoides”, señala.-
Nota original: Pilar Quijada - Madrid
Un estudio publicado recientemente por la revista británica Nature Neuroscience revela que el consumo regular de chocolate puede prevenir y revertir la pérdida de memoria relacionada con el transcurso de los años.

Pruebas clínicas realizadas comprueban que un componente identificado como flavonol y de efecto antioxidante generó efectos positivos en sujetos de prueba entre 50 y 69 años de edad.

Por su parte investigadores de la Universidad de Columbia, estado de Nueva York (noreste de Estados Unidos) corroboraron los resultados del estudio a raíz de una serie de pruebas clínicas complementarias.

"Los participantes que tenían una memoria típica de una persona de 60 años al inicio del ensayo, después de tres meses de consumo de una bebida rica en flavonoides del cacao mostraban una mejoría en su memoria que los equiparaba a las personas de 30 o 40 años" explicó uno de los investigadores a Nature Neuroscience.

No obstante, estudios previos realizados en roedores y dirigidos por el ganador del Premio Nobel de Ciencia, Eric Kandel, muestran la retención de determinadas informaciones que no estarían relacionados con la enfermedad de Alzheimer.

Los expertos precisan que resulta casi imposible obtener la cantidad flavonoides necesarios por vía exclusiva del chocolate; por lo que sugieren complementar la dieta con suplementos vitamínicos. 

 Este contenido ha sido publicado originalmente por teleSUR bajo la siguiente dirección: 
 http://www.telesurtv.net/news/Consumo-de-chocolate-evitaria-perdida-de-memoria-por-vejez-20141027-0012.html. Si piensa hacer uso del mismo, por favor, cite la fuente y coloque un enlace hacia la nota original de donde usted ha tomado este contenido. www.teleSURtv.net

Recordamos algunas cosas y otras no.



Una investigación llevada a cabo en la Universidad de California, luego difundida a través de la publicación Neuron, indica que nuestro cerebro prioriza los recuerdos agradables sobre otros y mediante la repetición refuerza su anclaje en la memoria. Los científicos arriesgan una teoría respondiendo que esta sería la respuesta al por qué se recuerdan unas cosas y otras no.


Uno de los profesionales, autores de la investigación, manifestó que sólo retenemos recuerdos detallados de una pequeña porción de los sucesos de cada día. Si no fuera así la memoria llegaría a fastidiarse con tanta información que debería archivar. Es así que el cerebro es selectivo y filtra la información que llega a través de los sentidos y decide qué recordar. Para él es de suma importancia proteger aquellos recuerdos que tendrán recompensas en el futuro. Las recompensas son aquellas en las que el cerebro le da prioridad a los recuerdos que serán útiles para decisiones futuras.

El estudio fue realizado mediante pruebas, donde se utilizaron imágenes de resonancia magnética, mientras los voluntarios respondían a preguntas simples (si o no) en series cortas de objetos.
Cada serie de objetos fue mostrada en una imagen de fondo para darle contexto y, dependiendo del contexto, se le dijo a los voluntarios que recibirían una recompensa grande (dólares) o una recompensa pequeña (centavos) por dar la respuesta correcta. Al final de la serie se le decía a los participantes cuánto dinero habían ganado.

Una vez que los participantes completaron esta parte del experimento, se escaneó a los voluntarios durante el período de descanso. Después, fuera del escáner, hubo una prueba sorpresa de memoria de todos los objetos que se mostraron durante el escaneo.
Aunque los participantes no esperaban la prueba de memoria fuera del escáner, fueron mejores al recordar objetos que se asociaban con grandes recompensas. Además, cuando un objeto era asociado con una gran recompensa, la gente recordaba mejor la particular escena de fondo que estaba en la pantalla durante el escaneo.

La investigación sugiere que la memoria podría sesgarse hacia altos puntos de experiencia. Esto habla de un
proceso de memoria que está normalmente escondido de nosotros, lo que indicaría que sólo se recordaría lo que realmente se necesita saber y aquello que es recibido por la memoria con posibilidad de recompensa sería anclado más fácilmente.-

Suspenso en el cerebro

Film "Intriga internacional"
Los momentos de mayor tensión en las películas no provocan tan sólo que suden las manos y el corazón se dispare. Según un estudio que realizaron investigadores del Instituto de Tecnología de Georgia, en Estados Unidos, se producen alteraciones, ahora más evidentes, en el cerebro, principalmente en un área denominada surco o cisura calcarina, la primera en procesar las informaciones visuales (Neuroscience, septiembre).

En las instancias de suspenso intenso, la actividad neuronal en las áreas de procesamiento visual periférico del surco calcarino puede disminuir, aumentando la actividad en las áreas centrales, reduciendo el enfoque visual, concentrando la atención en informaciones críticas e ignorando aquéllas que parecen menos relevantes. En las escenas más calmas, la atención periférica aumentaba.

Los científicos evaluaron, mediante imágenes tomadas por resonancia magnética funcional, la actividad cerebral de 23 personas que observaban escenas de 10 películas de suspenso, entre las que figuraban Intriga internacional y El hombre que sabía demasiado, de Alfred Hitchcock. Para analizar la atención periférica, se utilizó un tablero de ajedrez intermitente en los bordes de la pantalla en que se exhibía el filme. En los momentos más tensos de las películas, el cerebro redujo la atención de las personas, orientándolas hacia el centro de la pantalla y la narrativa, dejando de prestar atención al tablero.-

Somos también lo que pasó.

La historia de la humanidad está signada por tragedias que han tenido lugar y que, a pesar del avance de la tecnología, las instituciones supranacionales, las religiones y las militancias pacifistas, siguen ocurriendo. Una de las preguntas que la ciencia ha intentado responder se vincula con los rastros que estos traumas pueden dejar en las víctimas cuando logran sobrevivir. Específicamente en su información genética, y, por ende, en la de sus descendientes.
Sabemos que eventos estresantes (por ejemplo, el abuso) en la infancia pueden tener un impacto psicológico en la edad adulta. Investigaciones recientes sugieren que estos efectos pueden persistir en posteriores generaciones. Si bien la mayoría de las personas sufre eventos adversos a lo largo de su vida, sólo un pequeño porcentaje desarrolla luego los síntomas que caracterizan el trastorno de estrés postraumático. Contrariamente, otra pequeña porción de esta población resulta fortalecida de estas situaciones, fenómeno que se llama “fortalecimiento postraumático”.
Un concepto clave para intentar comprender la relación entre el sufrimiento de circunstancias traumáticas durante el desarrollo y la maduración del sistema nervioso central y sus posibles efectos duraderos en la transmisión de genes y en el funcionamiento cerebral es el de “regulación epigenética”. Se trata de una serie de procesos bioquímicos que ocurren a nivel molecular sin afectar el código genético de un ser vivo. Su función esencial es mediar entre el impacto del medio ambiente y los cambios genéticos.
La metilación del ADN es uno de los procesos epigenéticos más relacionados con los trastornos postraumáticos y el desarrollo de algunas enfermedades. Consiste en un proceso químico que es capaz de desactivar la expresión de genes internos del ADN. Se cree que atravesar momentos terribles puede provocar cambios que luego posibiliten una vulnerabilidad en los procesos de regulación del estrés, en la respuesta inmunológica, y en la actividad de neurotransmisores y elementos genómicos repetitivos. Interesantes estudios han comenzado a investigar estos procesos a través del análisis de tejidos periféricos como la sangre y la saliva. Analizando las muestras de veteranos de guerra, descubrieron cambios moleculares en aquellos que padecían el trastorno de estrés postraumático. Estas investigaciones sugieren que una vulnerabilidad en un proceso epigenético como la metilación de ADN predispondría a una alteración en la respuesta futura del organismo al estrés. Entonces es posible suponer que quienes poseen esta modificación podrían representar ese pequeño porcentaje de personas que, tras vivir un trauma, desarrolla una conducta desadaptativa (trastorno de estrés), en lugar de no traumatizarse o desarrollar un fortalecimiento postraumático.
Cuando los dictadores argentinos tomaron la criminal e irresponsable decisión de ir a las Malvinas a hacer la guerra, no sólo estaban mandando a morir a cientos de jóvenes inocentes cargados de futuro y condenando a los sobrevivientes a sufrir las secuelas dramáticas de un conflicto bélico extremo (secuelas que se evidencian en las mutilaciones de los cuerpos y en el impacto psicológico que llevó a numerosos excombatientes que se quitaron la vida), sino también a las generaciones que los sucedieron, a sus hijos y a los hijos de sus hijos, a cargar con el peso de esa crueldad.-
Dr. Facundo Manes

Olvidos durante el embarazo

Diferentes estudios apuntan a que la impresión de obnubilación mental en embarazadas se debe a expectativas de estas mujeres.

Cuatro de cada cinco mujeres embarazadas aseguran sufrir una merma en la memoria y la capacidad cognitiva. Sin embargo, los estudios sobre la llamada «amnesia del embarazo» no respaldan tales afirmaciones. Aunque algunos trabajos sostienen que las gestantes ejecutan con mayor dificultad ciertas tareas, otras investigaciones, entre ellas la del equipo de la Universidad Brigham Young, no confirman esos efectos. Algunos expertos opinan que el «cerebro de embarazo», así como su versión posnatal («cerebro de maternidad»), podrían deberse a sesgos de confirmación positiva, es decir, las embarazadas y las madres primerizas prevén que van a experimentar cierto deterioro mental y, en consecuencia, creen sufrirlo. Otros investigadores, en cambio, aducen que estos síntomas resultan demasiado difíciles de confirmar en el laboratorio.
El equipo de la reciente investigación propuso diversas pruebas cognitivas y neuropsicológicas a 21 embarazadas en su tercer mes de gestación. Seis meses después de dar a luz, las participantes repitieron los ejercicios. Otras tantas mujeres sin hijos llevaron a cabo pruebas idénticas en el mismo intervalo de tiempo. Según los autores, no se dieron diferencias entre ambos grupos ni antes ni después del parto. Estos resultados coinciden con un estudio de 2003, en el que las gestantes tampoco obtuvieron puntuaciones distintas en los ejercicios de memoria verbal y atención dispersa o concentrada en compración con las mujeres no embarazadas.
«Aunque existen variaciones en los resultados, la mayoría de los trabajos llevan a pensar que apenas existen pérdidas de memoria asociadas a la gestación», explica Michael Larson, uno de los coautores del más reciente artículo. En su opinión, la persistencia del mito de las pérdidas de memoria relacionadas con el embarazo se debe a que las mujeres buscan de forma selectiva pruebas que confirmen esa expectativa cultural. Si una gestante pierde las llaves del coche, puede atribuir el incidente a la «amnesia del embarazo», sin considerar las veces que las ha extraviado antes de quedarse embarazada.
Joanna Workman, psicóloga en la Universidad de Albany, concede cierta justificación al sesgo de confirmación, mas plantea otra posibilidad. En un estudio de 2011, un equipo de la Universidad de Columbia Británica observó que, aunque las embarazadas no acusaban problemas en los test de cognición, olvidaban con mayor frecuencia que debían llamar al laboratorio en unos días (según les habían pedido los investigadores) y devolver a tiempo un cuestionario. «Es posible que las mediciones en el laboratorio no revelen diferencias porque, por lo general, son lugares tranquilos, sin apenas distracciones, a diferencia de la rutina diaria», concluye Workman.

Fuentes:
Psychology Psychotherapy, vol. 76, págs. 69-84, 2003;
Journal of Clinical and Experimental Neuropsychology, vol. 36, n.o 5, págs. 528-539, 2014

Memoria: A no asustarse…, que es preferible reír que llorar…!!


Naturalmente vamos envejeciendo. A partir de los 45 años es cuando empezamos a darnos cuenta que las cosas se empiezan a complicar ya que comienzan los cambios progresivos del  envejecimiento. Es así, no hay escapatoria, a todos nos llega, pero tampoco es para asustarse, esos cambios son paulatinos y no son de un día para el otro.

En lo referente a nuestra memoria comenzamos a experimentar pequeños olvidos, aunque posiblemente siempre los tuvimos ahora nos damos más cuenta que nunca. Nos para alguien en la calle y no reconocemos esa cara que, sin embargo, reconocemos, pero no encontramos la información en el cerebro y mientras conversamos con el fulano, intentando que no se dé cuenta, continuamos hurgando en los cajones de la memoria y el dato no aparece. Nos despedimos y quizás, varios días después o al instante de la despedida aparece claramente de dónde conocemos a tal persona. ¡Qué momento!


La creencia general achaca a que esto sucede por falta de sueño, estrés o cansancio, pero en realidad son los primeros pasos aventurados en el envejecimiento, su nombre suena peor de lo que es: “deterioro cognitivo”.

Este deterioro cognitivo comienza a manifestarse a partir de los 45 años. Si creías que era a los 60, lamento tener que informarte que estudios científicos recientes han bajado la edad en que esto empieza a hacerse notorio. Va afectando progresivamente la memoria, el razonamiento, la comprensión.


Ante esta situación, natural por cierto, “es preferible reír que llorar”, o sea ocuparse más que preocuparse.


En primer término hay que ocuparse por saber qué y cómo operan las funciones cognitivas, que son las actividades cerebrales que se realizan en la vida de relación y adaptación al medio ambiente las cuales nos permiten planificar el futuro, llevar adelante proyectos y evaluar las consecuencias.


La memoria es el parámetro más confiable de la capacidad cognitiva. Si empezamos a utilizar con más detenimiento la atención, mantendremos un buen nivel de capacidad de memoria que alumbrará a intentar superar ese deterioro cognitivo.


El deterioro cognitivo, no es una enfermedad. La pérdida de memoria tampoco es una enfermedad y no forma parte del proceso natural de envejecimiento. La memoria cuanto más se utiliza, estimula y entrena Mejor funciona. No es un problema de edad.


La ciencia nos dice que existe una capacidad de reserva, la cual se puede activar mientras envejecemos para compensar o prevenir el deterioro cognitivo. A edades muy avanzadas los ancianos de culturas primitivas eran los consejeros de sus pueblos. La memoria en la experiencia juega un papel muy importante. Uno hace por lo que sabe y experimentó.
 
No te dejes estar, menos televisión y más lectura, recreación al aire libre, jugar al ajedrez, dominó, armar rompecabezas, solucionar crucigramas, sudokus, cantar, estar en grupo, reír….

Es preferible reír que llorar - Peret


Es preferible... reír que llorar
y así la vida se debe tomar,
los ratos buenos hay que aprovechar,
si fueron malos mejor olvidar.

Y si la chaqueta me queda corta,
no me preocupa, voy a la moda.
Y si un abrigo no tengo yo,
aunque haga frio, siento calor.

Y es preferible... (Jajajá, jojojó, jajajá), reír que llorar
y así la vida se debe tomar,
los ratos buenos hay que aprovechar,
si fueron malos mejor olvidar.
Mira, mirar al mundo con alegría,
tratarnos todos con simpatía,
porque la vida volando pasa,
dejar lo malo para mañana.

Y es preferible... (Jojojó, jajajá, jejejé), reír que llorar
y así la vida se debe tomar,
los ratos buenos hay que aprovechar,
si fueron malos mejor olvidar.

Y si tengo un duro, yo me lo gasto,
si no lo tengo, voy y lo gano.
Si calabatas, me da una chica,
al verme solo, me da la risa.

Y es preferible... (Jojojó, jajajá, jajajá), reír que llorar
y así la vida se debe tomar,
los ratos buenos hay que aprovechar,
si fueron malos mejor olvidar.
Mira, mirar al mundo con alegría,
tratarnos todos con simpatía,
porque la vida volando pasa,
dejar lo malo para mañana.-

LA MEMORIA EN JUEGO



Taller de Estimulación y Entrenamiento Multidinámico de la Memoria
Formación de Coordinadores
 
Taller de Tecnología Educativa aplicada a la Estimulación de la Memoria

Director: Prof. Hugo Grau

Fundación FINTECO 2016
Ciudad de Buenos Aires - Argentina


La música nos emociona, nos da placer y nos ayuda a controlar el sistema nervioso

Robert Zatorre: catedrático de Neurología y Neurocirugía de la Universidad McGill.


Este argentino afincado en Canadá es uno de los mayores expertos mundiales en el estudio de cómo el cerebro procesa la música.
El año pasado demostró que una melodía puede despertar sentimientos de euforia y deseo, igual que ocurre con la comida o el sexo.
Con los primeros compases nuestro cerebro libera dopamina, una sustancia implicada en los sistemas de recompensa y placer.
Incluso antes de escucharlos, la mera imaginación de la melodía provoca sensaciones placenteras.
Hace unos días Zatorre impartió una conferencia en la Residencia de Estudiantes para explicar cómo la música moldea el cerebro, invitado por la Sociedad Española de Neurociencia.
Nos emociona y nos calma, nos ayuda a recordar (quién no tiene una canción asociada a una persona especial), y también nos hace sentir placer.
La música es percibida por el cerebro como una recompensa, igual que ocurre con la comida o el sexo, a pesar de no ser una necesidad biológica.
Cuando la experimentamos como muy placentera puede cambiar la tasa cardíaca, la respiración y la temperatura corporal.
Además provoca la liberación del neurotransmisor dopamina en cantidades que se relacionan con el grado de placer que experimentamos.
Y quienes tocan algún instrumento tienen mayor volumen de la sustancia gris, como explicó Robert Zatorre (Buenos Aires, 1955), catedrático de Neurología y Neurocirugía de la Universidad McGill, director del Laboratorio de Procesamiento Auditivo del Instituto Neurológico de Montreal y cofundador del laboratorio de investigación BRAMS (Brain, Music and Sound).
Zatorre ha logrado aunar afición (es organista) y trabajo.
Y es que asegura este experto la música permite estudiar la organización cerebral.
Por eso ha reunido a un equipo multidisciplinar (desde psicólogos a informáticos) que quieren comprender qué es la música, por qué existe y para qué sirve.
Y una de las claves para entender y disfrutar la música reside en la capacidad de nuestro cerebro para buscar patrones en todo lo que nos rodea, que nos permite anticipar la continuación de una melodía, una habilidad que también dispara la molécula del placer (la dopamina).
Zatorre resaltó en su conferencia la visión pionera de Santiago Ramón y Cajal, que ya avanzó en 1908 que el entrenamiento musical cambia la estructura del cerebro.
El grosor de las cortezas auditiva y motora, relacionadas con la audición y el movimiento de las manos, respectivamente, está aumentado, explica Zatorre en quienes practican música habitualmente.
Igual que la música discurre en nuestro cerebro por circuitos destinados a otros fines, como los del placer, su procesamiento tiene lugar en zonas del cerebro que se han reciclado para permitirnos experimentar emociones que nos llegan a través del oído, como explicaba Zatorre a ABC.
¿Nuestro cerebro no está preparado para inventos culturales como la lectura, y se habla de reciclaje neuronal para poder afrontarlos. ¿Con la música ocurre lo mismo?

Sí, yo creo que sí.
Conozco a Dehaene, que propuso la teoría del reciclaje neuronal, y me parece una idea muy acertada no solo para la lectura.
Cuando en el sistema nervioso se desarrolla una habilidad se puede utilizar para resolver otros problemas, y esto se aplica también a la música.
Hay una zona del cerebro, la región parietal, que desempeña muchas funciones distintas y entre ellas la de reconocer un objeto en distintas orientaciones.
Y esta capacidad está relacionada con la habilidad que tenemos para asir un objeto, ya que hemos de orientar la mano según la posición del objeto.
Nosotros hemos visto que esta misma región del cerebro también está activada cuando tenemos que reconocer un patrón musical cuando está en una clave distinta, por ejemplo en clave de do y fa.
Y nos preguntamos por qué y qué tenía que ver esto con esta región parietal implicada en la visión.
Nos dimos cuenta de que la teoría de reciclaje neuronal se puede aplicar también a la música.
Cuando uno reconoce un objeto en diferentes orientaciones es porque el cerebro es capaz de identificar las relaciones entre los elementos del objeto cuando cambia de posición.
Es lo mismo que ocurre con la melodía, cuando se traspone de una clave a otra los elementos han cambiado, pero su relación queda fija.
El cómputo necesario para reconocer esa melodía es la misma que se usa para reconocer un objeto.
Y es un ejemplo de ese reciclaje.
A veces me preguntan si el cerebro ha evolucionado para la música.
No lo sé pero no es necesario, ya que por este proceso de reciclaje se aplican esas soluciones a otros problemas distintos.
Y la música en cierta manera destaca porque utiliza muchas funciones que ya está representadas en el cerebro, como esta función de reconocimiento visual, pero también memoria, atención, emoción.
Sobre todo las capacidades cognitivas que tenemos, hay algo en cada una de ellas y algo en la música que depende de esas funciones.
Por eso me gusta estudiarla, porque utilizamos la música como una ventana para comprender el funcionamiento del cerebro.
Sin embargo, parece que la música es algo simple (y pasivo) entra por el oído y ya está…

Suelo poner como ejemplo el niño pequeño que escucha una canción y al día siguiente la canta.
Nos parece algo tan natural que es obvio y simple pero no es así, es algo sumamente complejo que si se quisiera programar un robot o un ordenador para que cumpla esa función es tan sumamente complicado que no lo sabemos hacer.
Reproducir una canción es algo muy complicado, porque lo que uno escucha, los tonos musicales, igual que el resto de los sonidos, son vibraciones del aire que hacen vibrar el tímpano.
Y esas vibraciones hay que convertirlas en señales a los músculos, que según la tensión en las cuerdas vocales, la respiración y la abertura de la boca producen un sonido u otro.
Quiere decirse que hay un sistema muy complejo de transformación de vibraciones de sonidos a comandos a los músculos.
Eso no es tan simple como parece, aunque todos los hagamos sin ninguna formación particular y sin embargo, es algo muy complicado.
¿El hecho de que los niños escuchen canciones antes de hablar, les facilita de alguna forma el lenguaje?

La música y la palabra pueden tener una relación bastante estrecha, en las canciones por ejemplo, e incluso ayuda a la memoria.
Es más fácil recordar unas frases cantadas que las mismas frases habladas.
Es un fenómeno interesante que puede ser útil como método de aprendizaje
¿La música tiene efectos terapéuticos?
Sí lo tiene, pero hay que tener cuidado porque tiene efectos terapéuticos en determinadas situaciones bajo ciertas circunstancias con ciertos casos clínicos pero no con otros.
Hay una tendencia cuando se habla de musicoterapia a que la música puede arreglar todo, pero no es así.
No es una poción másica que de repente una persona con demencia se va a recuperar.
Sin embargo, hay investigaciones bastante buenas en afasia, la dificultad de años pacientes con daño cerebral para producir la palabra, en algunos de ellos, no en todos, con una terapia de canto pueden llegar a hablar mejor.
La música puede facilitar la expresión hablada en pacientes que apenas dicen una palabra. Y con el canto pueden llegar a reproducir ciertas palabras que no pueden pronunciar de otra forma.
¿Y en la disartria ocurre lo mismo?
También se ha aplicado esta idea de canto, no sé que resaltado ha tenido, depende mucho de la causa de la disartria.
Es un campo de investigación muy activo y por eso en particular quiero apoyar la idea de que no tenemos la respuesta, pero sí sabemos como hacer la investigación para poder tenerla.
Hay mucha gente trabajando en terapia y en cinco años tendremos respuestas mucho mejores.
¿El cerebro de los músicos es distinto al del resto de las personas?
Sí, es parte de lo que llamamos la plasticidad cerebral.
Se refiere al hecho de que no es estático sino que cambia su función y estructura en función del aprendizaje y la experiencia que uno tenga.
Y cuando un músico entrena y pasa muchos años aprendiendo a tocar un instrumento, se agudizan ciertos circuitos en le cerebro y en particular la parte del cerebro que controlan los dedos y oído.
Cambia su estructura y esto es algo que Ramón y Cajal ya predijo en 1908, sin tener ninguna prueba.
Él sostenía que en un músico tenía que haber algún cambio neuronal, que las neuronas tenían que cambiar sus conexiones.
Y lo bonito es que ahora lo podemos medir con resonancia magnética.
Y hemos visto que en los músicos el espesor cortical en la zona auditiva y motora es mayor que en una persona sin formación musical.
Eso significa que hay un cambio físico que permite la ejecución de piezas musicales porque hay un control más fino de los músculos y desarrollo más fino del oído.
¿Y qué ocurre con el canto?
Es muy interesante porque es el mismo mecanismo que utilizamos para hablar: los pulmones, las cuerdas vocales, todos los músculos de boca y lengua.
Pero ocurre algo distinto porque el control del tono es mucho más importante.
En el habla se modula el tono y cambia el sentido de la palabra, pero no requiere la misma precisión que en el canto, incluso en lengua china, donde hay tonos que sube y bajan y que significan distintas cosas.
Pero no es necesario que el tono suba una cuarta o una quinta, sólo que suba.
En el canto pequeñas variaciones en la modulación de la voz hacen que desafinemos.
El sistema que se controla es el mismo pero la forma en que se controla no.
¿Y a nivel cerebral?
Hay más control del lado izquierdo de cerebro para el habla y del derecho en el canto para controlar el tono. Requiere un control mayor.
¿Hay algún estudio que relacione menor susceptibilidad a las enfermedades neurodegenerativas en personas que practican la música?
Es algo que de lo que se habla bastante.
Hay muchos grupos que lo están estudiando.
Es posible que tenga un valor protector y es posible que incluso las personas sin formación musical, en la vejez al enseñarles música les ayude en algunas funciones mentales.
Basta con cantar o tocar un instrumento de oído.
Las pruebas definitivas aún no existen pero hay mucho interés en este tema de investigación que está muy activo en muchas partes del mundo. Y no olvidemos además que la música tiene mucho que ver con la emoción.
Es un enorme facilitador de la emoción y esto tiene muchas implicaciones.
Entre otras, la plasticidad cerebral, porque las conexiones neuronales se producen más fácilmente cuando hay un valor positivo.
Lo cual es lógico porque el aprendizaje tiene que ser para reforzar la conducta positiva. Cuando uno aprende hacer algo lo hará si le da valor y es bueno.
Mientras que si produce dolor lo dejo de hacer.
Hay un mecanismo cerebral que refuerzan los circuitos del placer, mientras interrumpen los que nos producen dolor o pena.
Por tanto, al ejecutar música, esos circuitos que nos dan placer van a ser reforzados, lo cual crea estas conexiones más importantes.
¿En España no está integrada la música en la enseñanza de los niños, cree que debería ser una parte importante de su curriculum?
Creo que sí, a veces se justifica la música en las escuelas diciendo que los niños serán más inteligentes y tendrán mejor rendimiento en matemáticas (efecto Mozart), con lo cual no estoy muy acuerdo porque los datos científicos no son muy firmes en ese aspecto.
Pero creo que la música tiene un valor de por sí y nos da placer y emoción, nos ayuda a controlar el sistema nervioso, pienso que debería ser parte de la formación de todo estudiante.
Es algo que nos permite ir un poco más allá de la vida diaria.
Entrevista realizada por Pilar Quijada.

Científicos japoneses lograron identificar el proceso cerebral durante las fases del sueño en relación a la formación de la memoria

Investigadores japoneses de la Universidad de Tsukuba han conseguido identificar el mecanismo cerebral que rige las fases del sueño y han descubierto la importancia de este en la consolidación de la memoria.

El estudio, publicado por la revista científica Science, informa que han conseguido rastrear el proceso de gestación del sueño y han identificado el circuito neuronal que regula la fase REM.

Los científicos, dirigidos por Shigeyoshi Itohara, investigador del Instituto RIKEN, y Yu Hayashi, del Instituto de Medicina del Sueño de Tsukuba, han conseguido demostrar que la fase REM controla la fisiología de otra fase crucial, la llamada no-REM.

La fase no-REM es considerada clave para la retención de recuerdos y la memoria, por lo que respalda la teoría de que el sueño es vital para el almacenamiento de recuerdos de las horas que la persona ha estado despierta.

A través de un método novedoso conocido como DREADD, los científicos han observado cómo la actividad no sincronizada de la fase REM, en la que se producen los sueños, da paso a otra caracterizada por ondas largas y lentas que pasan por todo el cerebro.

Con la aplicación de esta nueva técnica, que estimula ciertas células del cerebro de ratones modificados genéticamente, los investigadores han sido capaces de manipular la fase REM y ver su efecto en la fase no-REM.

"Nos sorprendió descubrir que la amplitud de la fase REM se corresponde con ondas lentas más cortas o largas en la fase no-REM", explican los autores en el estudio.
La investigación sugiere que ambas fases del sueño están íntimamente relacionadas y son clave para la memoria de lo ocurrido durante el día.-

Misterios de la memoria



Resulta bastante común graficar la memoria como un arcón alojado en nuestro cerebro que sirve para guardar los recuerdos. Así, cuando algunos de esos recuerdos son requeridos, se recuperan intactos y de la misma manera se vuelven a guardar. Aunque resulte sorprendente, nada de eso puede estar más alejado de la realidad.
Uno de los campos más fascinantes en el estudio neurocientífico es la memoria humana, ya que es a través de ésta que podemos evaluar el pasado para actuar en el presente y planificar el futuro. ¿Qué es lo que recordamos exactamente? ¿El hecho tal cual sucedió? ¿Nuestra percepción del hecho? ¿El último recuerdo sobre el mismo hecho, es decir, recordamos nuestra propia memoria? ¿Recordamos de la misma manera a lo largo de toda nuestra vida?
Comencemos por este último enigma. Mi hijo Pedro tiene 5 años. Él recuerda perfectamente bien el viaje que hicimos para fin de año. También el resultado del último partido de Boca, el club del cual es hincha. Pero pronto todos esos recuerdos desaparecerán de su mente. Cuando tenga ocho, él ya no recordará casi nada de sus primeros cuatro o cinco años. Y cuando sea adulto, sus primeros años quedarán completamente en blanco. Esta pérdida normal de los primeros recuerdos se llama “amnesia infantil”.
A diferencia de lo que muchas veces se piensa, la memoria no es un fiel reflejo de aquello que pasó sino más bien un acto creativo, uno de los más creativos en el funcionamiento de nuestras mentes. Cada recuerdo se reconstruye de nuevo cada vez que se lo evoca. Aquello que recordamos -una imagen de un paisaje, una frase de nuestro abuelo, un aroma de nuestra adolescencia- está influido por el contexto que rodea esa acción de recupero.
La relación entre la memoria y el hecho o elemento que se recuerda es sumamente compleja y atrapante.
Lo primero que debemos tener en cuenta es que cada memoria tiene un patrón de activación neuronal que es capaz de ponerse en funcionamiento incluso cuando el estímulo que originalmente lo provocó ha desaparecido. Este complejo proceso funcionaría así: la primera vez que percibimos un objeto -por ejemplo, un jarrón amarillo en la casa de nuestra abuela- dispara la activación conjunta y simultánea de un grupo determinado de neuronas. Si volvemos a ver el mismo elemento, el mismo grupo de neuronas se activará, a esto se sumará una cualidad fundamental de nuestro cerebro que hace que dos neuronas que normalmente se activan juntas, aumente la probabilidad de que, al activarse una se active también la otra. Entonces ya no será necesario ver el jarrón para recordarlo. Solo con ver un color, el lugar donde estaba o una parte del mismo, será suficiente para evocar la representación completa del jarrón y la información con él asociada (el olor de la casa de nuestra abuela, su cara y hasta el sentimiento de comodidad que su casa nos provocaba).
Pensemos otro ejemplo cualquiera. Una persona está en una reunión social con su pareja y se le ocurre contar, para amenizar la charla, una anécdota personal: el relato de cómo fue la historia de amor que llevó a conocerla, las primeras conversaciones, detalles románticos y otros curiosos de ese hecho. Imaginemos también que no es la primera vez que la cuenta, ya que le resulta útil porque permite entretener al resto con un relato lleno de vicisitudes, complicaciones y azares. A todos les gusta la anécdota, de hecho aportan sobre algunas cuestiones, e incluso, hacen preguntas disparadoras. Pero cuando ya se despide y están volviendo a su casa, la pareja le comenta con sorpresa: “Lo que contaste no es exactamente lo que en verdad pasó entre nosotros”. ¿Fue así? ¿Quién tiene razón? ¿Qué es en lo que “en verdad” pasó?
Analicemos qué es la memoria y de qué tipo de memoria estamos hablando en este caso. La memoria es la capacidad para adquirir, retener, almacenar y evocar información. Existen diferentes tipos de memoria y cada una se asocia a estructuras neurales específicas. Llamamos “memoria autobiográfica” a la colección de los recuerdos de nuestra historia. Esta nos permite codificar, almacenar y recuperar sobre eventos experimentados de forma personal, con la particularidad de que, cuando opera, tenemos la sensación de estar “reviviendo” el momento. Ese componente personal le da una particularidad esencial a la memoria autobiográfica: está definida por lo episódico, es decir, podemos asignarle un tiempo y un espacio a cada una de nuestras memorias. Cuando recordamos este tipo de eventos, no solo recordamos dónde fue y con quién estábamos, también los sentimientos y las sensaciones vividas. Esto tiene sentido porque las estructuras cerebrales que están involucradas en la memoria autobiográfica alimentan a su vez circuitos neurales ligados con las emociones. Los hechos autobiográficos con fuerte carga emocional se recuerdan más detalladamente que los hechos rutinarios con baja implicancia emocional. ¿Acaso no conservamos el recuerdo de qué estábamos haciendo el 11 de septiembre de 2001 por la mañana? Y el día siguiente, ¿también lo recordamos?
Volvamos al ejemplo de la pareja y las preguntas que nos hicimos. ¿Quién de los dos recuerda “fielmente” al hecho narrado tal cual sucedió? ¿Uno o el otro? ¿Ninguno de los dos? Lo que sucede es que la forma en que recordamos un evento en particular no se trata muchas veces de una recopilación exacta de cómo sucedió originalmente, sino el modo en que lo relatamos la última vez. Y si esa última vez estábamos más contentos, seguramente hayamos cargado con esos condimentos positivos el recuerdo. Por el contrario, si nuestro ánimo era más bien negativo, el recuerdo tendrá un tinte más pesimista. La memoria, cuando se evoca, se hace inestable, frágil y permeable a nuestras emociones del presente.
Nuestros cerebros constantemente nos “traicionan”, transformando nuestra memoria. ¿Por qué? Cuando uno experimenta algo, el recuerdo es inestable durante algunas horas, hasta que se fija por la síntesis de proteínas que estabilizan las conexiones sinápticas entre neuronas. La próxima vez que el estímulo recorra esas vías cerebrales, la estabilización de las conexiones permitirá que la memoria se active. Cuando uno tiene un recuerdo almacenado en su cerebro y se expone a un estímulo que se relaciona con aquel evento, va a reactivar el recuerdo y a volverlo inestable nuevamente por un período corto de tiempo, para volver a guardarlo luego y fijarlo nuevamente en un proceso llamado “reconsolidación de la memoria”. La evidencia científica indica que cada vez que recuperamos la memoria de un hecho, ésta se hace inestable otra vez permitiendo la incorporación de nueva información. Cuando almacenamos nuevamente esta memoria como una “nueva memoria”, contiene información adicional al evento original. Muchas veces aquello que nosotros recordamos no es el acontecimiento exactamente tal como fue en realidad, sino la forma en la cual fue recordado la última vez que lo trajimos a la memoria. Esto es como un documento de Word que, al “trabajarlo” podemos incorporar y sacarle cosas y, cuando lo volvemos a guardar, se “fija” la nueva versión hasta el próximo “uso”. Cada vez que evocamos una memoria la recreamos y tenemos menos precisión del recuerdo original, por lo que podemos suponer que la memoria es el último recuerdo. Aunque suene contradictorio con el sentido común, la evidencia científica muestra que si uno tiene una memoria, cuanto más la usa, más la cambia.
Décadas de investigación científica han establecido que la consolidación de la memoria a largo plazo exige la síntesis de proteínas en los caminos neuronales de la memoria, pero nadie sabía que también hacía falta una síntesis de proteínas después de recuperar un recuerdo, lo que implica que el recuerdo también se está consolidando en ese momento. Esto resultó una excelente pista bioquímica de que al menos algunos tipos de recuerdos hay que reescribirlos neuronalmente cada vez que se recuperan.
Estas evidencias aquí expuestas abren también interesantes debates en otras áreas del conocimiento, desde las teorías sociológicas hasta la práctica jurídica. Por ejemplo, ¿cuál es la “verdad y nada más que la verdad” que jura el testigo revelar cuando recuerda algún hecho si, como fue dicho, el contexto de un nuevo lugar y tiempo, o incluso el estado de ánimo, permiten que las memorias pueden integrar nueva información?
Al recordar, nos volvemos eximios creadores, ya que las memorias se reconstruyen cuando son evocadas. Así lo refiere una de las obras cumbres de la literatura universal que lleva por título, justamente, “En busca del tiempo perdido” y fue escrita por Marcel Proust en los albores del siglo XX. El primer volumen recorre esos recuerdos de la infancia y, sobre todo, la labor creativa de recordarla. Una bella cita lo dice así: “Ya sea porque en mí se ha cegado la fe creadora, o sea porque la realidad no se forme más que en la memoria, por ello es que las flores que hoy me enseñan por vez primera no me parecen flores de verdad.”
Dr. Facundo Manes
ilustración: obra de Magritte