Longevidad y salud
Impulsada por los avances en la medicina, la expectativa de vida del hombre tiende aumentar década tras década. Algunas proyecciones prevén que en los próximos años la población de mayores de 80 años se cuadriplicaría; y con ella la incidencia de algunas patologías asociadas a la edad que generan gran dependencia. En suma, habrá un número mayor de personas muy ancianas que requieran más cuidado. Tal panorama -entienden distintos especialistas- constituye uno de los principales desafíos que ya empieza a enfrentar tanto las familias como los médicos."La asistencia a personas mayores de manera digna y eficiente es uno de los grandes retos del siglo que iniciamos. Cada vez más, los profesionales deberán asumir que parte de sus roles cotidianos estarán dedicados a la atención de adultos mayores. Lo mismo ocurrirá con las familias", augura la licenciada Silvia Gascón, vicerectora académica de la Universidad Isalud.El punto es que "nadie está suficientemente preparado para convertirse en cierta forma en padre de sus propios padres; en especial cuando no se resignan a que tal vez ya no pueden arreglárselas solos", opina Ana Lusich desde su experiencia de hija de una mujer de 84 años con Alzheimer.Tras acostumbrarse a ver a su madre como una jubilada independiente que vivía sola con sus perros, Ana empezó a advertir señales de que era hora de tomar las riendas. "Llegué a su casa una tarde y descubrí que había dejado la llave de gas abierta. Tiempo después me di cuenta de que se alimentaba solamente con mate y galletitas. Cuando le ofrecí contratar a un chica para que la ayudara, lo tomó como un insulto. Fue un proceso muy doloroso lograr que reconociera que necesitaba ayuda", cuenta Marcos Colominas. asegura que intentar que su padre de 77 años dejara de manejar significó para él y su hermano una pelea familiar de dimensiones insospechadas. "El problema mayor es que papá está físicamente bien y además le volvieron a renovar la licencia, pero nosotros sabemos que por momentos se pierde y no sólo podría lastimarse sino lastimar a alguien", explica."Desde que hace unos meses le sugerimos que vendiera el auto casi no nos habla. Para él, ese auto tiene un valor simbólico muy fuerte: es su independencia. No queremos avasallarlo, pero sería una irresponsabilidad hacer como si no pasara nada", piensa Guillermo.Pedirles a nuestros mayores que dejen de manejar o que renuncien a cierta independencia en pro de su seguridad suelen ser decisiones difíciles de tomar y mucho más difíciles de poner en práctica; sin embargo -asegura Silvia Gascón- constituyen apenas "el comienzo de un doloroso proceso que exige altas cuotas de compromiso por parte de la familia".Sin fórmulas ni recetas, "no se trata sólo de saber lo que hay que hacer o aconsejar, sino sobre todo 'cómo hacerlo'. Y es aquí donde la palabra cuidado cobra su sentido más profundo, porque cuidar implica amor, respeto, trato digno, escuchar al otro y reconocer sus necesidades", dice Gascón, profesora de psicología y miembro de Help Age International."MEDICINA LENTA"Frente a un mundo en el que la población de adultos mayores es cada vez más grande y alcanza edades más avanzadas, también algunos médicos comienzan a replantearse su compromiso con estos pacientes. ¿Hasta qué punto la medicina moderna, centrada en los hospitales y obsesionada con la medicación y la alta tecnología, resulta buena para ellos?Tal es el planteo del que parte un libro que en los últimos meses se ha convertido en bestseller dentro de Estados Unidos. Se llama "My Mother. Your Mother", y en él, su autor, Dennis McCullough -un gerontólogo con treinta años de trayectoria- analiza desde la experiencia con su madre el rol cada vez mayor que les cabe a las familias en el cuidado de los ancianos.McCullough propone en su libro rescatar a los mayores de los cuidados médicos standard y apostar más al apoyo de su familia y amigos. A eso lo llama "medicina lenta", una medicina que no pretende salvar vidas ni recuperar el vigor juvenil, sino aliviar el inevitable deterioro de los más viejos entre los viejos."Las personas mayores no esperan curas milagrosas para sus enfermedades, muchas de las cuales son irreversibles y progresivas, y ellos lo saben. Requieren sobre todo que las cuidemos", coincide Gascón."Mientras los padres que envejecen siguen mostrándose vitales y alegres, los hijos no deben engañarse pensando que esta feliz situación se prolongará por siempre", señala por su parte McCullough, quien sugiere que es éste el momento de reinsertarse en la vida de los padres, acompañarlos al médico y sacar temas antipáticos como poderes y directivas por adelantado."Unos años después será hora de preguntarles si deberían seguir manejando y si se pueden desempeñar bien en su hogar, además de crear rutinas que compensen la pérdida de la memoria y cierta pérdida de equilibrio", recomienda el autor. Y agrega: "nunca hay que subestimar el valor de los álbumes de recortes y los juegos de ingenio para mantener la mente en forma".Al dirigirse a los hijos de personas muy ancianas, McCollough propone aprender a no entrar en pánico y llamar a gritos una ambulancia día por medio; e ignorar además la usual jerga de médicos y enfermeros para concentrarse en cambio en la propia voz del padre. "Nadie tiene más experiencia acerca de la voz del paciente -resalta- que un ex adolescente entrenado en el mismo hogar". Diario El Día Marzo 2008
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