La magia de reencontrar el amor. Sexualidad del adulto mayor.

Actualmente se empieza a hablar de la sexualidad en la vejez, especialmente a nivel profesional, con mayor naturalidad y soltura. El envejecimiento determina cambios en los ancianos y la imagen corporal sufre transformaciones difíciles de asimilar, esto determina que en muchas ocasiones la sexualidad sea rechazada o negada. Ello es clave si consideramos que a través de la sexualidad se puede ayudar a combatir los problemas de soledad tan prevalentes en la ancianidad. La comprensión y ayuda a los ancianos en este aspecto es una tarea que debe integrar tanto como otros aspectos, el ámbito de una profesionalidad centrada en una salud más humanizada y con base en una realidad objetiva. ( Geriátrika, 1989; 5(10): 556-558.

La realidad es que la gente de edad avanzada tiene actividad sexual. Diferentes estudios llevados a cabo en épocas distintas, y con diversas metodología, lo confirman(Kinsey, Pfeiffer, Master y Johnson, etc.). De cualquier modo, aún reconocemos algunas falencias en la metodología, pensamos que nos ofrecen suficientes datos como para hacernos una idea de lo que la sexualidad es y puede ser durante la tercera edad.

La sexualidad es importante para el bienestar y calidad de vida de las personas mayores y como tal, debe ser entendida y tratada por los profesionales de la salud.

Y es interesante que postulan la mayoría de ellos que, si bien es cierto que al avanzar en edad la actividad sexual disminuye, esta disminución no estaría relacionada con el deseo sexual, el cual disminuye muy poco o bien puede conservarse sin cambios e incluso llegar a aumentar en algunos casos.

En esos estudios uno de los inconvenientes que posiblemente distorsionan la información obtenida es que se han hecho casi siempre desde la perspectiva de un modo joven de pensar, interesándose fundamentalmente por la actividad coital, olvidando que la comunicación, y el placer sexual, no siempre y necesariamente están ligados al coito. Además, las personas mayores ocultan sus deseos y manifestaciones sexuales a jóvenes y adultos, porque estos habitualmente niegan su sexualidad y critican a las personas de la tercera edad que se interesan por ella.

Durante mucho tiempo, la expresión sexual ha estado ligada a la función reproductiva. Junto a ello el extendido prejuicio en contra de los ancianos en el supuesto acrítico de que la vida, el amor y el romance son patrimonios de los jóvenes, condiciona su bagaje de experiencias humanas plenas. Es decir, la sociedad, los que le rodean, exigen que adecue sus conductas al rol o imagen social que se tiene de él, sin importar lo que el individuo quiere ser como persona, y así la tercera edad sufre los tabúes sociales como un pero que se agrega a la carga de los años.

La tendencia a negar la sexualidad de la vejez tiene un aspecto humano que trasciende su impacto negativo sobre la vida sexual y la imagen de la persona de edad avanzada. También complica las relaciones interpersonales dentro del matrimonio, crea conflictos entre los hijos y los padres que planean volver a casarse, dificulta el diagnóstico correcto y las oportunidades terapéuticas de los problemas médicos y psicológicos. La autoimagen relacionada con el concepto de lo corporal sufre una alteración que es difícil asimilar y provoca una disminución de la autoestima. Esta imagen corporal es un producto de todas las relaciones objetables vividas desde el nacimiento.

El individuo deposita en su cuerpo sus vicisitudes de relación, pues el cuerpo es el sitio del encuentro con el cuerpo del otro. Siendo la sexualidad rechazada o negada lo que en el nivel latente crea conflictos. ( Espina Barrio, J.A. Sexualidad en la tercera edad, pp. 58-59)

Está descrito, por otra parte de que en el proceso de adjudicación y asunción de roles, los mismos viejos se hacen cargo de esos mitos y más de una vez se inhiben de hablar de su sexualidad, ya que ellos mismos a lo largo de su vida imaginaban a sus padres y abuelos como asexuados. El entorno asigna poco espacio al interés sexual de los ancianos. La reprobación social, cuyas raíces llegan —por cierto— hasta la remota infancia de cada uno de nosotros, pone el estigma de la vergüenza a la sexualidad como experiencia de posibilidad. ( Pszemiarower, N.P. Sexualidad en la tercera edad, pp. 68-69)

Se da entonces una situación en que el sujeto se encuentra en la encrucijada frente a la energía sexual; la sociedad con las consignas de decencia, vergüenza, castidad, por un lado y otras veces su propio cuerpo por la relación narcisista consigo mismo. En disgusto del propio cuerpo que se niega a hacerlo existir para el otro, lo que impide su descarga defendiéndose de los impulsos sexuales hasta el punto de reprimirlo en el inconsciente.

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