Todas las semanas leemos conclusiones de nuevos estudios que tratan de entender la enfermedad de Alzheimer, que afecta cada vez a más personas en todo el mundo.
Sin embargo, resulta difícil aplicar los nuevos descubrimientos para ayudar a pacientes que ya manifiestan problemas cognitivos. «Se trata de pasos importantes, pero necesitaremos todavía años para que den resultados», comenta David Knopman, neurólogo especialista en la enfermedad de la Clínica Mayo (Minnesota, Estados Unidos).
En National Geographic hacemos un resumen de algunos de los últimos avances con resultados significativos:
Sueño y Alzheimer
El pasado mes, un estudio llevado a cabo por Maiken Nedergaard, profesor de neurocirugía de la Universidad de Rochester, sugirió que el sueño ayuda a limpiar el cerebro de moléculas dañinas, como la proteína beta-amiloide, principal componente de las placas seniles (depósitos que se encuentran en el cerebro de las personas con esta enfermedad).
La investigación se realizó en ratones, no en humanos, pero nos demuestra que, efectivamente, el sueño puede mejorar la eliminación de amiloide.
Otro estudio afirma que existe relación entre los desórdenes del sueño y el Alzheimer. Así, expertos de la facultad de Medicina de la Universidad de Nueva York han relacionado la apnea del sueño con indicadores de la enfermedad.

Prevención
Estudios anteriores han demostrado que la enfermedad de Alzheimer se desarrolla en el cerebro aproximadamente 20 años antes de que se perciban los síntomas conocidos por todos, como la discapacidad cognitiva, y pueda diagnosticarse.
«Al igual que ocurre con el cáncer o las enfermedades cardíacas, hay un largo periodo de tiempo en el que nada nos hace pensar que la enfermedad ya está progresando», afirma Pierre Tariot, del Banner Alzheimer's Institute.
Los cambios comienzan con la acumulación de placas de beta-amiloide en el cerebro. Unos diez años después, la proteína tau comienza a crear ovillos neurofibrilares, y el cerebro empieza a ralentizarse cinco años más tarde. Sin embargo, probablemente hagan falta otros cinco años antes de que empiecen a manifestarse los síntomas.

 En la actualidad, los pacientes únicamente tienen acceso a la medicación después del diagnóstico y ésta sólo sirve para controlar los síntomas, no para revertirlos ni curar la enfermedad. «Intentar intervenir en un proceso que lleva 20 años en marcha es como llegar al partido a un minuto del final», afirman los expertos.
Por eso los investigadores siguen intentando descubrir cuándo comienza la enfermedad y cuáles son los primeros pasos, tratando de identificar marcadores biológicos, como líquido cefalorraquídeo o proteínas beta-amiloide.

Próximas investigaciones
Randall Bateman, profesor de neurología en la Universidad de Washington, busca para su nuevo estudio participantes que hayan heredado una mutación genética rara, presente en menos del uno por ciento de la población, que aumenta el riesgo de aparición temprana de Alzheimer. Puesto que los síntomas pueden aparecer hacia los treinta años, los participantes pueden tener 18. El ensayo probará tres técnicas para tratar de eliminar o evitar la formación de placas seniles. Según Bateman, se trata del primer estudio con humanos centrado en la proteína beta-amiloide, y los primeros resultados podrían ver la luz en dos años.
Otros estudios se centrarán en el impacto del estilo de vida, como la dieta, el ejercicio y el estrés.
En cualquier caso, los expertos coinciden en una cosa, y es en que todavía hay un largo camino que recorrer y muchos aspectos que analizar, por lo que hay esperanza para pacientes e investigadores.
Fuente: http://www.nationalgeographic.es               Fotografía de Lynn Johnson, National Geographic

El ejercicio y la estimulación mental mejoran las funciones cognitivas de las personas mayores

Un poco de ejercicio y algo de estimulación mental pueden ayudar mucho a que las personas mayores mantengan su agudeza mental, sugiere un estudio. Los investigadores han comprobado que las habilidades de memoria y pensamiento de 126 personas mayores inactivas mejoraron después de que les asignaran actividades diarias diseñadas para mantenerlos ocupados.
Para realizar el estudio dividieron a los participantes, todos mayores de 65 años y con una edad media de 73 años, en cuatro grupos que realizaban actividades diferenciadas (entrenamiento cerebral con juegos de ordenador, visionado de DVD educativos, ejercicio aeróbico o ejercicios de estiramientos y tonificación. Tres días a la semana durante tres meses, todos realizaron algún tipo de estimulación mental una hora al día y algo de actividad física también durante una hora al día. Todos los participantes del estudio afirmaron que sus habilidades de memoria o de pensamiento habían empeorado antes del inicio del estudio, pero todos experimentaron mejoras en dichas habilidades al final del estudio, con independencia de las actividades que realizaran.
El estudio concluye que un estilo de vida activo física y mentalmente aporta beneficios cognitivos mentales que pueden incluir el retraso o la prevención de la enfermedad de Alzheimer. Debido a que la mayoría de los participantes del estudio tenían un nivel alto de educación, es posible que los hallazgos no puedan extenderse a personas mayores con un nivel educativo básico.-

El deterioro de la memoria se refleja en los niveles de cortisol

El cortisol es una hormona que podría utilizarse como biomarcador para identificar ciertos tipos de deterioro cognitivo leve (DCL). Los científicos han medido el cortisol, una hormona implicada en el aprendizaje y la memoria, para identificar diferentes tipos de DCL. Han analizado los niveles de esta hormona en tres momentos del día y han descubierto que se encuentran alterados por la mañana en pacientes con este pronóstico.
El hallazgo se refiere a dos tipos concretos de DCL: el de tipo no amnésico (alguna función ejecutiva está alterada pero la memoria se encuentra intacta) y el multidominio (tanto algún aspecto de la memoria como alguna función ejecutiva están afectadas). Estas patologías son, en algunos casos, el primer estadio que se observa antes de desarrollar enfermedad de Alzheimer u otras demencias.
Los investigadores evaluaron el estado cognitivo de 56 personas de 65-90 años a través de cuestionarios centrados en la memoria semántica, la memoria a corto y largo plazo y la función ejecutiva. A partir de esta evaluación se observó que 36 personas sufrían DCL y 20 estaban sanas. Además, midieron los niveles de cortisol en muestras de saliva al despertarse, a media tarde y antes de dormir, teniendo en cuenta que esta hormona es más abundante por la mañana que por la noche.
Los resultados mostraron que aquellas personas con DCL de tipo no amnésico y multidominio presentaban, al despertarse, un patrón de liberación de cortisol superior a los sujetos sanos con edades y niveles de educación similares.-

La tecnología ¿enemiga de la memoria?

Algunas aplicaciones populares de la tecnología podrían estar arruinando nuestra capacidad para recordar, dicen expertos.
En años recientes varios científicos en el mundo han estado investigando el impacto de aplicaciones de internet -en las que los seres humanos pasamos ahora gran parte de nuestro tiempo- en nuestra memoria.
Según investigaciones presentadas en el Festival de la Ciencia, que se celebra en Guilford, Inglaterra, los primeros resultados de estos estudios afirman que redes sociales -como Facebook- podrían estar ayudándonos a recordar.
Pero otros sitios como Twitter o YouTube están disminuyendo esas habilidades.
 
Memoria de trabajo

Durante mucho tiempo se ha pensado que la invención de la calculadora electrónica condujo a un deterioro en nuestra capacidad para realizar matemáticas mentales.
Ahora se cree que lo mismo podría estar ocurriendo con tecnología que utilizamos hoy en día para comunicarnos y el impacto que está teniendo en nuestra capacidad para recordar.
En particular, los científicos están estudiando el impacto de estas aplicaciones en la llamada "memoria de trabajo".
Este tipo de memoria se refiere a los procesos que utilizamos para retener información en la mente durante un período corto de tiempo y la forma como manipulamos esta información.
Es decir, a diferencia de la memoria a corto plazo, la memoria de trabajo además de almacenar los recuerdos nos ayuda a utilizar esos recuerdos para manipular la información o resolver problemas.
Por ejemplo, durante una prueba en la que debemos recordar información y presentarla de la mejor forma posible.
Algunos científicos creen que nuestra memoria de trabajo es un mejor pronosticador de los logros en el aprendizaje escolar que el coeficiente intelectual, porque la memoria de trabajo, dicen, es independiente de nuestro nivel socioeconómico.
Y también cada vez hay más evidencia de la "plasticidad" de nuestro cerebro, es decir, su capacidad de "encogerse o crecer" dependiendo de lo que hacemos con él.
La doctora Tracey Alloway, experta en psicología cognitiva de la Universidad de Stirling, en Escocia, -y quien desarrolló la primera prueba de memoria de trabajo para escuelas- está llevando a cabo un estudio para analizar el impacto de las aplicaciones tecnológicas populares como YouTube y Twitter en nuestra memoria de trabajo.
Según la investigadora, existe evidencia de que este tipo de aplicaciones podrían estar perjudicando las capacidades del ser humano.
"Existe la posibilidad de que el tipo de tecnología que puede dañar nuestra memoria de trabajo es aquélla que nos insta a llevar a cabo actividades muy breves y cortas, por ejemplo los videos de YouTube", dice la doctora Alloway.
"También creo que twitter puede perjudicarnos, y esto quedó demostrado en estudio llevado a cabo sobre el impacto de los mensajes de texto de los teléfonos móviles".
"Los resultados mostraron que los estudiantes que enviaban más mensajes con más frecuencia, tendían a tener grados más bajos en las pruebas de coeficiente intelectual".
"Una posibilidad quizás es que con estos mensajes usamos muy poca información, el teléfono nos "ayuda" a encontrar la palabra que necesitamos, por lo que no estamos usando la memoria ni usamos tampoco nuestra capacidad de lenguaje. Y lo mismo podría aplicarse a Twitter".
Los científicos están preocupados por el impacto que podrían tener estas aplicaciones en la memoria de trabajo y la atención de los millones de niños y jóvenes que las utilizan en el mundo.
 
Atención restringida
"Los estudios han demostrado que ver mucha televisión perjudica nuestra memoria de trabajo porque con una exposición tan breve y limitada a la información, se restringe nuestra capacidad de atención, de participación y de llevar a cabo una conexión significativa con la información que se nos da", dice la doctora Alloway.
Quizás no todo son malas noticias, ya que según la doctora Alloway algunos juegos de video y aplicaciones que promueven la interacción social podrían estar estimulando nuestra memoria de trabajo.
"La evidencia demuestra que los individuos que están más conectados socialmente pueden retrasar más la pérdida de memoria en la edad avanzada" dice Tracey Alloway.
"Esto quiere decir que el tiempo que pasamos tomando un café con alguien, llamando a nuestra madre, o jugando bingo u otras actividades, nos está ayudando a mejorar nuestra memoria de trabajo".
"Así que ahora vamos a investigar es si el tiempo que pasamos en Facebook o estableciendo conexiones sociales en internet está también ayudando a nuestra memoria de trabajo", dice la experta.
Según la investigadora, la memoria de trabajo puede ser estimulada y mejorada a cualquier edad y esto tiene un impacto enorme en las capacidades cognitivas y de aprendizaje.
Los estudios que ha llevado a cabo demuestran que con sólo ocho semanas de práctica en un programa diseñado para ejercitar la memoria de trabajo de los niños se logró mejorar sustancialmente sus grados escolares.
BBCmundo

Memoria - Atención: la ceguera selectiva


Por Pablo Capanna de Pagina/12

Aquel famoso 11 de septiembre del 2001, George W. Bush estaba en una escuela primaria, empeñado en caerles simpático a los niños. De pronto un edecán se le acercó y le dijo al oído que otro avión acababa de estrellarse contra las Torres Gemelas. Al entrar al aula, Bush ya sabía del primero, pero hasta ahí todos pensaban que sería un accidente. En el video, Bush muestra una expresión que, considerando su habitual estolidez, se parece mucho a la sorpresa.
Tiempo después, sin embargo, Bush no dudaba en asegurar que había seguido todos los acontecimientos por TV desde su despacho. No hay por qué pensar que estaba mintiendo. De hecho, estaba siendo engañado por su memoria, que había construido una versión de los hechos más acorde con el rol de liderazgo que se atribuía.
Algo parecido debe haberle pasado a Hillary Clinton, quien no se cansaba de contar que cuando visitara Bosnia el avión había aterrizado en medio de un nutrido fuego de ametralladoras. Sin embargo, hay fotos y videos del evento que muestran una recepción normal, con guardia de honor, flores y besos a los niños.
Estas confusiones son algo que más de uno hemos sufrido alguna vez. Justo acabábamos de proclamar alguna Gran Verdad cuando aparecía ese tipo molesto que nos recordaba de qué libro (y a veces hasta de qué agenda) la hemos sacado. En la vida cotidiana, son la fuente de innumerables peleas entre quienes están ofendidos por las palabras que les atribuyen a otros, aunque no sean las mismas que recuerdan los terceros.
Estas distorsiones que afectan tanto la memoria como la atención tienen un papel no menor en la construcción del conocimiento. De ahí, la antigua costumbre judicial de recurrir por lo menos a dos testigos para esclarecer un hecho. También es la pregunta que cabe hacerse cuando empiezan los efectos especiales: “¿Está Ud. viendo lo mismo que yo?”. Casi diríamos que es un pilar del método científico, que obliga a repetir la experiencia para corroborar los resultados, o recurrir al juicio de pares para evitar parcialidades: “¿No lo viste?”.
Los psicólogos Christopher Chabris y Daniel Simons se ganaron un premio Ig Nobel en 2004 por una investigación sobre estos temas que habían hecho en 1999. Los Ig Nobel son premios menos bizarros de lo que podría creerse. El criterio con el que se adjudican no es sólo provocar la risa (por otra parte, una risa que apenas disfrutarán los expertos o los colegas del premiado) sino invitar a pensar, lo cual nunca está de más, aunque por el momento no esté de moda.
Los trabajos de Chabris y Simons se volcaron luego en un libro bastante popular (El gorila invisible, 2010) que, a pesar de ser más generoso en ejemplos que en desarrollos teóricos, no deja de cumplir con la promesa de llamar a la reflexión. Michael Shermer no vaciló en recomendárselo a todo el mundo, lo cual, aunque sea un tanto exagerado, no le resta interés.
En su forma original (sobre la cual se hicieron múltiples variaciones, con análogos resultados) el experimento consistía en mirar un corto video donde aparecía un grupo de estudiantes con camisetas blancas y negras pasándose una pelota de unas a otras. Al sujeto se le pedía que contara la cantidad de pases (más de treinta) que hacían las de blanco, sin prestar atención a lo que hacían las de negro. En un momento de la secuencia, era posible observar en segundo plano a una chica disfrazada de gorila, que cruzaba la escena sin interferir con el juego.
Cerca de la mitad de los sujetos registró el paso del gorila pero el resto lo ignoró, a pesar de que con cierto esfuerzo podían llegar a recordar detalles menores del escenario. En una segunda sesión, luego de que se les preguntara por la chica y su vistoso disfraz, los sujetos lograron verla y se asombraron de no haberlo hecho antes.
El estudio de este fenómeno, que podíamos llamar “ceguera de la atención”, tiene sin duda mucha relación con la manera como la mente “edita” aquello que vemos, oímos o experimentamos. De hecho, si dejamos interactuar a los testigos de un hecho, al poco tiempo se comienza a notar cierta normalización en el relato. Tras comparar su versión de los hechos con el relato que hacen los otros uno tiende a dudar de sus sentidos y omitir aquello que la mayoría no parece haber registrado. También accede a interpretar los hechos de acuerdo con cierto consenso emergente del grupo y de tal modo se predispone a ver las cosas de modo prejuicioso.
La construcción de la memoria, de la confianza y a veces hasta del saber, está sujeta a estos avatares. Es lo que hace necesaria una metodología que apunte a lograr la mayor objetividad posible.

MIRE POR DONDE CAMINA

Unos meses antes del episodio que tuvo por protagonista a Bush (sin duda 2001 no fue un buen año para él), el comandante del submarino nuclear Greeneville que navegaba cerca de Hawaii dio la orden de salir a la superficie de inmediato. La nave lo hizo, con tal mala suerte que al emerger se llevó puesto un pesquero japonés que pasaba justo por allí. Ante la comisión investigadora, el comandante juró que antes de dar la orden había observado la zona por el periscopio, sin ver al pesquero.
Más allá del volumen de los vehículos en juego y la violencia del impacto, se trataba de un accidente de tránsito. Es sabido que, si prescindimos de las fallas técnicas o de los factores ambientales, la gran mayoría de los accidentes de tránsito se debe a una atención dispersa. Es obvio que hablar por el celular cuando uno maneja es una conducta de riesgo, y así lo admiten muchos conductores, aunque dan por supuesto que la advertencia no es para ellos sino para la gilada. Así les va.
A las distracciones artificiales, sin embargo, hay que sumarles el hecho de que la atención es generalmente selectiva. Si miramos los pases de la pelota, tendemos a ignorar al gorila. Si prestamos atención a los autos, una moto puede tomarnos por sorpresa. Por lo menos, así lo muestra un estudio realizado en Estados Unidos y Alemania, según el cual el número de ciclistas arrollados por los autos es mayor en las ciudades (donde el automovilista no espera encontrarlos) que en las rutas, donde hay menos estímulos y no parece raro que algún ciclista se cruce delante de los autos.
De un modo análogo, esto explicaría por qué un experto radiólogo, puesto a detectar embolias en una radiografía, puede dejar de ver algún objeto extraño que los cirujanos se olvidaron en el cuerpo del paciente. Del mismo modo, un célebre violinista que se pone a tocar en el hall del subte llama la atención apenas de algún melómano, porque nadie espera encontrárselo fuera de las salas de concierto.
Los autores arriesgan una hipótesis evolutiva. El hombre arcaico solía estar más atento ante los imprevistos porque tenía la atención puesta en pocas cosas. Si lo comparamos con el peatón urbano que espera el semáforo, escucha música por los auriculares, está atento a la vibración del celular y encima tiene que mirar en todas direcciones, veremos que está en inferioridad de condiciones. En general, al observar nos guiamos por nuestras expectativas y los objetivos que nos hemos propuesto. La atención es una suma cero: si uno presta atención a un fenómeno puede descuidarse de los otros.

RECUERDOS EDITADOS

En una escena de Mujer bonita Julia Roberts toma una medialuna, pero poco después aparece comiéndose un panqueque. En El Padrino el auto de Sonny es baleado concienzudamente, pero a la escena siguiente está con el parabrisas intacto. En Rescatando al soldado Ryan vemos desfilar una patrulla de ocho hombres, uno de los cuales acaba de perecer en la escena anterior. En Espartaco es posible ver algunos esclavos romanos con reloj pulsera.
En general, los espectadores no ven estas cosas, que son otros tantos “gorilas” por lo imprevistos. Estas incongruencias ocurren porque las películas no se filman en el orden que marca el relato y las escenas son ensambladas en la fase final, que por algo recibe el nombre de “montaje”. El espectador tiene que elegir si acepta las reglas de juego de la ficción, lo cual incluye cierta tolerancia, para disfrutar de la historia, o bien se concentra en los detalles y no lo pasa nada entretenido.
En la época en que los críticos de cine estaban obligados a ver todos los estrenos en dos días solían prestar una atención fluctuante a las películas. No era raro que inventaran finales que nunca habían visto o recordaran escenas que pertenecían a otras obras.
La construcción del recuerdo también funciona de un modo bastante selectivo. No somos Funes, como el memorioso de Borges que podía acordarse absolutamente de todo, pero era incapaz de abstracción. Por lo general, lo que recordamos es mucho menos de lo que creemos recordar, porque en este caso lo hemos “editado” borrando o añadiendo detalles que asociamos con el hecho. Hay un clásico experimento en el cual se les pide a los sujetos que traten de recordar una lista de palabras que escucharon una sola vez. Es común retener las primeras, las últimas o las menos comunes. Hasta es posible que creamos recordar una palabra como “sueño” porque hemos escuchado palabras como “cama” o “dormir”. En otra experiencia, en la cual se pedía enumerar los objetos que estaban en la sala de espera, un 30 por ciento recordó haber visto libros, que no estaban, aunque cualquiera hubiera dicho que tenían que estar.
Las cosas se ponen mucho más dramáticas en el caso de Jennifer Thomson, una estudiante que fue violada por un extraño que entró en su departamento y puso todo su empeño en recordar los rasgos de su agresor. La policía hizo una redada y entre los detenidos la víctima “reconoció” a Robert Cotton, un afroamericano que trabajaba en un delivery cercano. Cotton fue condenado y recluido, pero en la cárcel se topó con el verdadero violador, que para entonces estaba dispuesto a confesar. El saldo de la historia es positivo, porque desde entonces la víctima y el supuesto victimario se dedicaron a dar conferencias para evitar que ese tipo de juicios apresurados siguieran arruinando vidas.
No tan dramática aunque bastante decepcionante es una de las últimas reflexiones que sacan los autores, cuando abordan el tema de las expectativas infundadas en el propio seno de la ciencia. Al parecer los propios científicos, y entre ellos los expertos en determinadas áreas del saber, están expuestos a los mismos engaños que cualquiera que trata de apreciar una situación, una medida o una distancia sin contar con mediciones objetivas.
Para no detenernos en todas esas eminencias que imaginaron un colapso informático para el año 2000, bastará recordar que el famoso bacteriólogo Paul Erlich, un grande en la historia de la medicina, se equivocó al prever hambrunas y un agotamiento de recursos naturales para los años setenta.
Puestos a estimar cuándo una computadora le ganaría a un ajedrecista, ningún experto acertó con el año del célebre match entre Kasparov y Deep Blue. Pero quizás el mayor fiasco fueron las encuestas efectuadas en la comunidad de los biólogos en cuanto se consideró que era posible descifrar el genoma humano. La primera estimación, realizada en 1999, aventuró que el genoma de nuestra especie, considerando su complejidad, debía tener entre 50.000 y 140.000 genes. Todos los mayores expertos apostaron por cifras que oscilaban en torno de un promedio de 66.500. Sin embargo, el cálculo final reveló una cifra de alrededor de 20.500 genes, no muchos más que los animales y aún que algunos vegetales.
Al parecer, al mejor cazador se le escapa un elefante, especialmente si lo que busca es un tigre.-

Los casos de enfermedad de Alzheimer podrían triplicarse en 40 años

 
El número de personas con enfermedad de Alzheimer (EA) podría triplicarse en los próximos 40 años, según las estimaciones de un estudio publicado en la revista Neurology. El trabajo ratifica los datos que se manejan desde hace al menos una década y enfatiza la necesidad de fomentar la investigación y las estrategias preventivas.
Según los autores, el marcado incremento no se debe a un aumento del riesgo general de padecer este tipo de demencia, sino al esperado envejecimiento de la población. La generación del baby boom está envejeciendo, y eso implica un mayor porcentaje de personas mayores y una mayor susceptibilidad de padecer trastornos como la EA.
Los investigadores realizaron un seguimiento durante ocho años de 10.800 personas mayores de 65 años. Además de evaluar si en ese periodo desarrollaban demencia, también tuvieron en cuenta la edad, la raza y el nivel de educación, entre otros factores.
El análisis arrojó un incremento considerable en las previsiones. En el año 2050, el número de personas con EA en Estados Unidos podría ser de 13,8 millones, la mitad de las cuales mayores de 85 años. Estos datos coinciden con las últimas estimaciones que se han realizado en España.
Herbert LE, Weuve J, Scherr PA, Evans DA

Neil Harbisson: el primer humano cyborg oficial



Neil Harbisson, artista que no ve los colores desde el nacimiento, comenzó a llevar en 2004 unas gafas con un dispositivo que emite sonidos diferentes en función de los colores. Su cerebro se ha adaptado rápidamente y ha desarrollado un nuevo sentido, una nueva condición que él llama sonocromatismo.

Este asombroso dispositivo, objeto de un reportaje en el portal de Internet Shamengo.com, podría ayudar a las personas que no pueden distinguir los colores, que tienen dificultades visuales o son ciegos.
La acromatopsia, una dificultad para ver los colores

Las personas que presentan acromatopsia ven los colores como diferentes matices del gris. Este trastorno se produce por un defecto de los conos, que junto con los bastones son las células nerviosas receptoras especializadas de la retina del ojo.
Estos defectos en los conos pueden ser de origen genético (acromatopsia congénita) o secundaria tras una lesión cerebral, por ejemplo, ocasionada por un accidente cerebro vascular (ACV).

Por el momento no existe un verdadero tratamiento para esta anomalía, pero la terapia genética (reemplazo del gen defectuoso al nivel de los conos utilizando un virus vector) se está probando con buenos resultados. Los tratamientos basados en células madres comienzan a verse como posibles (ver ficha Wikipedia sobre la acromatopsia).
El Eyeborg, una extensión sensorial que reproduce los colores en sonidos

Neil Harbisson nació con esta anomalía, lo que significa que ha pasado una infancia en blanco y negro. Pero desde 2003, cuando se encontró con Adam Montandon, un británico que se define como "experto del digital futuro" y a quien le habló de su problema.

Adam Montandon, según él lo resume en su sitio web, perfeccionó en dos semanas una primera versión del Eyeborg, el cual consiste en una cámara de web fijada con cinta adhesiva transparente a una antena, un programa de software y un ordenador portátil, todo transportable en un macuto. La cámara analiza los colores de un objeto y el programa los transforma en ondas sonoras.

Este proceso le ha permitido a Harbisson reconocer, desde el comienzo, los colores de base por medio de la memorización de las frecuencias o notas (Harbisson es músico) que corresponden a uno u otro color, tal como se puede ver en este video en inglés de 2004. Gracias a este dispositivo asombroso, Harbisson considera que ya no hay acromatismo sino "sonocromatismo", según precisa Wikipedia.
360 colores, incluso los invisibles para el ojo humano

Otro informático, Peter Kese, de Eslovenia, perfeccionó el Eyeborg en 2007. Esta versión es más discreta y le permite a Harbisson reconocer los matices de los diferentes colores. Harbisson ha creado una escala sonocromática de 360 colores-sonidos diferentes. Estos se pueden oír aquí abajo, en un video de You Tube.

En 2009, Matias Lizana, un estudiante español, reagrupó los elementos informáticos del dispositivo en una pulga que se implanta y que transmite los sonido a través de los huesos del cráneo, lo que permite percibir también los infrarrojos y los ultravioletas, a diferencia de un "simple" ojo humano.

Desde 2004, Harbisson no se separa de su ojo electrónico, salvo en caso de perfeccionamiento de la tecnología o para repararlo, como cuando la policía inglesa.se lo rompió en 2011 creyendo que filmaba una manifestación.
Una adaptación rápida del cerebro y resultados sorprendentes

Neil Harbisson ha explicado en una entrevista cuáles eran sus sensaciones después de la utilización del Eyeborg: "Al principio tenía grandes dolores de cabeza a raíz de lo que oía constantemente, pero después de cinco semanas el cerebro se adaptó y comencé a disfrutar de la música y de los sonidos del color. También comencé a soñar en colores".
Poco a poco el uso de este dispositivo fue modificando su funcionamiento cerebral, probablemente con el desarrollo de nuevas conexiones neuronales. Sería interesante hacerle una resonancia magnética funcional, (que permite visualizar las zonas del cerebro activadas durante una tarea) con el fin de observar eventuales modificaciones de las áreas cerebrales correspondientes a la visión.

Independientemente de la verificación de estas posibles modificaciones anatómicas, la irrupción de los colores sonido han cambiado totalmente la vida de Harbisson. A tal punto que ahora se considera un cibernético, puesto que se encuentra dotado de un nuevo sentido de origen mecánico que utiliza permanentemente.

Arte sonocromático
De niño Harbisson se vestía de blanco y negro y tocaba el piano, un instrumento también blanco y negro. Si bien ha continuado tocando el piano, el Eyeborg y el sonocromatismo han cambiado radicalmente su vida artística.
Por ejemplo, ahora realiza retratos sonocromáticos. Dado que cada rostro tiene matices de colores diferentes, cuando Harbisson se sitúa delante de una persona y le dirige el Eyeborg hacia las mejillas, la frente, la nariz y los ojos, obtiene sonidos diferentes.

Harbisson se ha dado cuenta de que ciertas personas, aunque bellas, no desprenden un sonido armonioso, si bien esto es subjetivo. También sucede a la inversa.

Después de haber oído y visto una multitud de rostros, Harbisson comenta que "no hay piel blanca y piel negra, sino que la piel humana está formada por distintos matices de naranja". También ha realizado una puesta en colores de un pasaje muy conocido de uno de los discursos antirracistas más famosos del siglo XX, "I have a dream" (Tengo un sueño) de Martin Luther King , pronunciado el 28 de agosto de 1963 en Washington.
Esperanza para multitudes de personas con trastornos de visión

¿Se podría desarrollar el sonocromatismo en otras personas acromáticas o invidentes aunque no fueran músicos?_
Como se informa en el reportaje de Shamengo.com, Harbisson organiza talleres en España y otros países varias veces al año. Les explica a los adultos y a los niños ciegos el principio de su gama sonocromática, y a continuación coloca objetos coloreados delante de la cámara web de su ordenador portátil, el cual emite los sonidos correspondientes.

Debido a las peticiones que le llegan de todo el mundo, Harbisson ha creado la Fundación Cyborg para difundir este conocimiento y esta posibilidad. "Lo que me hace verdaderamente feliz es poder ofrecer este programa de software a los ciegos. Así podrán ver un poco de luz y percibir mejor el mundo", comenta.

A partir de una idea muy simple y un bricolaje de 50 euros, ha desarrollado un nuevo sentido que le permite vivir una vida llena de colores.

A la espera de posibles ojos biónicos y reparaciones del nervio óptico o de la retina gracias a la medicina regeneradora con células madres se le podría enseñar esta técnica a los invidentes para que el arcoíris también salga en sus vidas.

J.-P. Rivière

Fuentes:
- "Mon troisième oeil traduit les couleurs en sons", (Mi tercer ojo traduce los colores en sonidos),  reportaje de Shamengo.com
- Acromatopsia, Wikipedia.
- "ColourblindEyeborgColours to Sound", presentación de la génesis y de la utilización del Eyeborg en el sitio web deAdam Montandon.
- "Neil Harbisson", Wikipedia en francés e inglés.
- El sitio web de Neil Harbisson

Entre 1,2 y 2 millones de argentinos sufren apneas del sueño

Aunque muchos pacientes que la sufren lo ignoran, médicos advierten que puede ser la causa de somnolencia, irritabilidad, dificultades para concentrarse y falta de apetito sexual.
 

Agencia CyTA-Instituto Leloir

En el país, se calcula que entre 1.200.000 y 2.000.000 de personas padecen el síndrome de apnea del sueño: uno de los trastornos nocturnos más frecuentes y la raíz posible de muchas afecciones que a menudo se atribuyen a otras causas. Así lo reveló a la Agencia CyTA el doctor Eduardo Borsini, miembro del Servicio de Medicina Respiratoria del Hospital Británico de Buenos Aires, quien subrayó la necesidad de que se tome mayor conciencia sobre esta patología.

“Los síntomas pueden ser percibidos por el paciente como consecuencia de episodios repetidos de colapso del conducto de pasaje del aire (faringe y laringe) durante el sueño, por lo cual los motivos de consulta más comunes son el ronquido y los ahogos nocturnos”, señaló Borsini.

Estos episodios repetitivos de cierre del canal aéreo determinan despertares imperceptibles o inconscientes que evitan que el sueño adquiera continuidad y profundidad, por lo que los pacientes desarrollan excesiva somnolencia durante el día, destacó el especialista. “Eso aumenta el riesgo de incidentes en el lugar de trabajo y accidentes viales”, advirtió el neumonólogo. Asimismo,  las apneas pueden originar síntomas poco típicos que frecuentemente son atribuidos a otras causas, como tendencia a levantarse muchas veces para orinar de noche, dolores de cabeza por la mañana, irritabilidad o nerviosismo, agresividad y cambios de la conducta, dificultades para concentrarse, perdida de la memoria y disminución del apetito sexual. Si no se la trata, también puede provocar o agravar dolencias cardiovasculares.

Por último, algunos pacientes con apneas del sueño permanecen sin síntomas por largos períodos de tiempo y sólo son sus parejas o compañeros de habitación quienes presencian las pausas en la respiración asociadas al ronquido: la pista inicial que inicia la investigación de la respiración durante el sueño.

De acuerdo a Borsini, la enfermedad es más frecuente en hombres con sobrepeso después de los 50 años. Sin embargo puede aparecer en mujeres, personas jóvenes, individuos sin sobrepeso e inclusive en los niños, afectando a uno de cada 200 menores de 10 años.

Además del interrogatorio y el examen clínico, el diagnóstico se confirma mediante polisomnografía, una técnica que estudia la calidad del sueño y que puede realizarse incluso en el domicilio del paciente. El tratamiento multidisciplinario, altamente efectivo, incluye el manejo del sobrepeso y la obesidad, cirugías para revertir la obstrucción del canal aéreo en ciertos casos seleccionados y, en los casos más severos, el uso de dispositivos que aplican aire a presión mediante una tubuladura y mascarilla durante la noche (CPAP).

“Es diez veces más barato cubrir los costos de la tecnología necesaria para diagnosticar y tratar a estos pacientes que correr con los gastos necesarios para resolver complicaciones, fundamentalmente cardiovasculares, que sobrevienen como consecuencia”, concluyó Borsini.-

Al aire libre y desconectados, estudiando el cerebro.


Cinco científicos realizaron un viaje para ver cómo reacciona el cerebro lejos de las comunicaciones digitales.

Área de recreación del Cañón Glen, Utah.  Todd Braver sale de una carpa ubicada contra la pared del cañón. Su cuerpo está algo bronceado, excepto por una delgada franja pálida alrededor de su muñeca.
Por primera vez en tres días al aire libre, Braver no usa reloj. "Me olvidé de eso", dice.
Es una nimiedad; se trata de la clase de cambio que muchas personas que se van de vacaciones notan en sí mismos a medida que se relajan y pierden la noción del tiempo. Pero para Braver y sus compañeros, estos momentos los remiten a una pregunta: ¿Qué está sucediendo con nuestros cerebros?
Braver, que es profesor de psicología en la Universidad de Washington, en St. Louis, fue uno de los cinco neurocientíficos que realizaron un inusual viaje. A fines del mes de marzo, ellos pasaron una semana en esta remota área del sur de Utah, haciendo rafting en el río San Juan, acampando en la suave ribera y realizando excursiones en los cañones afluentes.
Fue un viaje primitivo, con un objetivo sofisticado: entender de qué manera el uso asiduo de dispositivos digitales y de otras tecnologías cambia la manera de pensar y de comportarse y cómo retirarse a la naturaleza podría revertir esos efectos.
Los teléfonos celulares no funcionan aquí; no hay acceso a los mensajes por correo electrónico y no hay computadoras portátiles. Es un viaje hacia el corazón del silencio (algo que resulta cada vez más raro ahora que la gente puede estar online incluso en lugares de vacaciones remotos).
A medida que los investigadores descienden por las cerradas curvas que el río San Juan ha tallado a través de la antigua arenisca, como es lógico, los viajeros se relajarán, dormirán mejor y dejarán atrás el persistente sentimiento de controlar si el teléfono continúa estando en el bolsillo. Pero la importancia de tales cambios es cuestión de debate para ellos.
Algunos de los científicos dicen que unas vacaciones como estas difícilmente justifiquen demasiado examen. Pero el organizador del viaje, David Strayer, un profesor de psicología de la Universidad de Utah, afirma que el estudio de lo que sucede cuando nos alejamos de nuestros dispositivos y dejamos descansar a nuestro cerebro (en particular, de qué manera se ve afectada la atención, la memoria y el aprendizaje) es importante para la ciencia.
"La atención es el santo grial. Todo de lo cual somos concientes, todo lo que aprendemos, todo lo que recordamos y olvidamos, depende de eso", señala Strayer.
Haciéndose eco de lo que argumentan otros investigadores, Strayer dice que entender cómo funciona la atención podría ayudar en el tratamiento de muchas enfermedades como el trastorno por deficiencia de atención, la esquizofrenia y la depresión. Asimismo, agrega que, sobre una base diaria, demasiado estímulo digital puede "hacer que la gente que se encuentra bien ingrese en un estado donde no esté psicológicamente saludable".
La búsqueda del entendimiento del impacto que provoca sobre el cerebro el uso de la tecnología (en una época en la cual dicho uso está "explotando") todavía está en su etapa inicial. Para Strayer, esto no resulta menos significativo que cuando los científicos investigaron los efectos de consumir demasiada carne o alcohol.
Pero alejarse es más fácil para algunos que para otros. El viaje comienza con una fuerte defensa de la conexión digital, un debate que gira en torno a un mensaje de correo electrónico particularmente importante.
En el camino. Es posible dividir en dos grupos a los cinco científicos que viajaron: los "creyentes" y los escépticos.
Los "creyentes" son: Strayer y Paul Atchley, de 40 años y profesor en la Universidad de Kansas, que estudia el uso compulsivo de teléfonos celulares por parte de los adolescentes. Ellos argumentan que usar mucho la tecnología puede inhibir el pensamiento profundo y puede también causar ansiedad, y que salir a la naturaleza quizás ayude. A menudo, ellos mismos se esfuerzan por desconectarse.
Los escépticos usan sus aparatos digitales sin reservas. Ellos no están convencidos de que el resultado del viaje sea algo duradero (personalmente o científicamente).
Este grupo incluye a Braver, de 41 años, que habla muy rápido y es experto en imágenes cerebrales; a Steven Yantis, de 54 años, el alto y contemplativo jefe del departamento de ciencias psicológicas y cerebrales en Johns Hopkins, que estudia cómo cambian las personas entre la realización de una tarea y de otra, y Art Kramer, de 57 años, un profesor de blanca barba de la Universidad de Illinois, que ha atraído la atención debido a sus estudios sobre los beneficios neurológicos del ejercicio.
Asimismo, viajaron un periodista y un fotógrafo, además de Richard Boyer, un hombre tranquilo y fanático del aire libre, consumado pintor de paisajes, que ayuda a Strayer a conducir el viaje.
Entre los importantes académicos del grupo, Kramer es el más destacado. En el momento del viaje, él estaba por aceptar el puesto de director del Instituto Beckman (por 300.000 dólares al año). Dicho instituto es un centro líder en el campo de las investigaciones en la Universidad de Illinois; cuenta con aproximadamente 1000 científicos y empleados y recibe decenas de millones de dólares en subsidios.
Él también tiene una vida intensa (es alguien que se ha desafiado desde muy pequeño; cuenta que se fue de su casa cuando era adolescente, se convirtió en boxeador aficionado y, posteriormente, condujo aviones, escaló y se rompió una rodilla en un "accidente esquiando a gran velocidad").
Conducen seis horas desde Salt Lake City hasta el río, y se detienen en una tienda de campamento para comprar provisiones de último momento. Kramer espera afuera, revisando el correo electrónico en su BlackBerry Curve. Esto dispara un debate entre los "creyentes" y los escépticos.
De regreso en el automóvil, Kramer dice que revisó su teléfono porque estaba esperando noticias importantes: necesitaba saber si su laboratorio había recibido un subsidio de 25 millones de dólares de la fuerza militar para aplicar la neurociencia al estudio de la ergonomía. El científico dejó dicho a sus empleados que le enviaran un mensaje de texto a un teléfono satelital de emergencia que tiene el grupo.
Atchley dice que no entiende por qué Kramer se preocupa por eso. "El subsidio estará allí cuando regreses", agrega.
"Por supuesto que querrías saber sobre un subsidio de 25 millones de dólares", responde Kramer. Presionado por Atchley respecto de la importancia de enterarse de inmediato, agrega: "Ellos esperarían que regrese enseguida".
Este es un debate que se ha vuelto cada vez más común ya que la tecnología ha definido la noción de lo que es "urgente". ¿Con qué rapidez la gente necesita obtener información y responderla? Los "creyentes", en este grupo, afirman que el ritmo de los datos que ingresan ha creado un sentido falso de la urgencia, el cual puede afectar la capacidad de las personas para concentrarse.
En su caso, Kramer señala que ha habido pocos efectos adversos: la única vez que recuerda que la tecnología lo distrajo demasiado fue cuando estuvo excesivamente inmerso en la redacción de un trabajo y se le hizo tarde para recoger a su hija adolescente.
"Como académicos, vivimos de las computadoras", dice.
La escena se torna más austera a medida que descienden hacia un desierto de rocas rojas. El grupo se detiene para cargar gas en Green River, donde Kramer revisa nuevamente su correo electrónico. Por su parte, Strayer bromea diciendo que exhibe signos de adicción.
"Algunas personas creen que solamente los demás tienen problemas", prosigue Strayer. Pero reconoce que Kramer, quien le cae bien y con quien él hizo su doctorado: "Está bajo mucha presión".
En el río. Despiertan en Recapture Lodge, un rústico motel de dos plantas, rodeado por árboles de algodón. No hay teléfonos celulares pero sí acceso inalámbrico a internet, instalado hace algunos años porque, según dice el propietario del lugar, la gente no podía soportar no tenerlo.
Kramer todavía no ha recibido noticias sobre el subsidio. Él coloca su computadora portátil en una mochila y la guarda en la recepción del motel.
Horas más tarde, el grupo llega al sitio desde donde salen las balsas: Mexican Hat (sombrero mexicano), que debe su nombre a que allí hay un afloramiento rocoso con forma de sombrero. Los viajeros arman y aprovisionan las balsas, las abastecen con alimento suficiente para cinco días. También cargan cerveza, jarras para agua, un inodoro portátil, carpas y bolsas de dormir, implementos de cocina y de primeros auxilios. Luego, parten.
Después de recorrer un corta distancia río abajo, lo ven: un estrecho puente de acero ubicado a aproximadamente 46 metros sobre el río (después del cual ya no hay más cobertura para teléfonos celulares).
"Allí es donde termina la civilización", bromea Atchley.
Hacia el final de la tarde, acampan en la ribera. Comen costillas de cerdo, mientras la Osa Mayor brilla sobre sus cabezas y las paredes del cañón (de casi 305 metros de altura) acortan su visión del cielo. Algunos murciélagos pasan volando como flechas y descienden en busca de bichos atraídos por las luces de las linternas.
Los hombres beben cerveza Tecate y hablan del cerebro. Están pensando en un estudio seminal, llevado a cabo en la Universidad de Michigan, con el que se demostró que las personas pueden aprender mejor después de caminar por el bosque que después de caminar por una calle repleta de gente.
El estudio indica que los centros de aprendizaje en el cerebro se ponen a prueba cuando tienen que procesar información, incluso durante la experiencia relativamente pasiva de adaptarse a un ambiente urbano. Por extensión, algunos científicos creen que realizar muchas tareas fatiga al cerebro, despojándolo de la capacidad para concentrarse.
Strayer, quien es el líder de la expedición, argumenta que la naturaleza puede refrescar el cerebro. "Nuestros sentidos cambian. Se calibran: notas sonidos, como estos grillos que cantan, escuchas el río; los sonidos, los olores, te conectas más con el ambiente físico, con la Tierra, más que con el ambiente artificial".
"Es por ello que llaman a este viaje vacaciones. Uno se recompone", dice Braver. Él se pregunta si hay ciencia detrás de la idea relacionada con la naturaleza. "Parte de ser un buen científico es ser escéptico".
Braver acepta la investigación de la Universidad de Michigan pero desea entender precisamente qué sucede dentro del cerebro. Y se pregunta: ¿Por qué los cerebros no se adaptan a la gran estimulación, convirtiéndonos en personas cada vez más fuertes y que puedan realizar múltiples tareas?
"Exacto", replica Kramer, el escéptico. "¿Por qué no se ejercitan los circuitos, en cierto sentido, y nos convertimos en seres humanos más fuertes?
Las ideas comienzan a fluir. Durante mucho tiempo, los científicos han pensado cómo afectan la atención las nuevas formas que adoptan los medios (desde la prensa impresa hasta la televisión). Pero el moderno estudio sobre la atención surgió en la década de 1980, con la diseminación de máquinas que permitían a los investigadores observar cambios en el torrente sanguíneo y también en la actividad eléctrica del cerebro. Pero máquinas más nuevas les han permitido detectar las partes del cerebro que entran en acción cuando las personas cambian de una actividad a otra, o cuando están prestando atención a la música o a una película.
Esto se ha convertido en un campo de investigación tan candente que, hace dos años, los Institutos Nacionales de Salud fundaron una división para brindar apoyo a estudios dedicados a investigar las partes del cerebro involucradas en la concentración.
"Ahora", afirma Yantis, "podemos estudiar el cerebro y la atención en forma conjunta, de forma rigurosamente científica, en vez de hacerlo a la manera de Freud: «Siéntese y analícelo»".
Este viaje se trata más de remar mientras se piensa. Braver y Yantis se ubican en un kayak rojo, en aguas tranquilas, y se cruzan con un ganso y dos de sus crías que están sobre la orilla. Los escépticos hablan sobre cómo estudiar la mortalidad con la constante interrupción de los mensajes de correo electrónico y de los nuevos aparatos digitales.
Por otro lado, los estudios sobre el comportamiento han demostrado que el desempeño se ve afectado cuando la gente realiza múltiples tareas. Estos investigadores se preguntan si la atención y la concentración pueden soportar el golpe cuando las personas simplemente anticipan la llegada de más estímulo digital.
"La expectativa del correo electrónico parece estar apoderándose de nuestra memoria activa", señala Yantis.
La memoria activa es un recurso preciado en el cerebro. Los científicos tienen la hipótesis de que una fracción de la potencia del cerebro está vinculada con la anticipación de mensajes de correo electrónico y de nueva información (ellos consideran que podrían llegar a demostrarlo mediante técnicas que usan imágenes).
"Cuando se tiene menos memoria activa, se tiene menos espacio para almacenar e integrar ideas y, en consecuencia, se razona menos de lo necesario", dice Kramer, quien se desplaza flotando cerca de la otra balsa.
En los días sucesivos, los balseros se encuentran retomando una y otra vez estas conversaciones científicas. Dos de ellos, mientras empacan las carpas, debaten sobre cuáles son las mejores técnicas que usan imágenes para demostrar mejor los efectos que tiene la sobrecarga digital sobre el cerebro. Todo el grupo habla de las maneras de medir la liberación de químicos cerebrales en el torrente sanguíneo. Un par de ellos, mientras reman en la balsa grande, hablan sobre cómo aplicar la neuroeconomía (medir cómo el cerebro valora la información) para entender el envío y recepción compulsivos de mensajes de texto en los adolescentes.
Las conversaciones se desdibujan, con períodos de silencio y admiración del paisaje (los halcones que vuelan en círculos, los carneros). También hay momentos en los cuales los hombres experimentan una intensa concentración durante los desafíos físicos, como por ejemplo cuando atraviesan los rápidos o cuando escalan las estrechas paredes del cañón.
Este es el ritmo del viaje. Las ideas fluyen como el río.
"Hay una verdadera libertad mental al saber que nadie ni nada puede interrumpirte", señala Braver. Él se hace eco del pensamiento del resto de los científicos al destacar que el viaje es, de muchas maneras, más efectivo que retirarse a trabajar en el hotel, donde, con frecuencia, se involucra a cientos de personas que caminan agotadas en rápidas reuniones, blandiendo sus BlackBerrys. "Es por ello que me dediqué a la ciencia, para hablar sobre ideas".
"Síndrome del tercer día". "El tiempo pasa más lentamente", dice Kramer. Él ha estado corriendo toda su vida, desde que dejó su casa a los 15 años, y ha logrado una posición de gran influencia. Es el segundo día en el río y ya terminó de empacar su carpa. Él es el primero que lo hace en la mañana, pero no tiene prisa.
No leyó ninguno de los trabajos de investigación que llevó. ¿Y el correo electrónico sobre los 25 millones de dólares? "Nunca me preocupé por eso. No pensé en eso", dice, como si la sola idea de hacerlo fuera ridícula.
Kramer relata que el grupo se ha vuelto más reflexivo, más tranquilo, más concentrado en lo que los rodea. "Si yo mirara de este modo lo que me rodea en el trabajo, la gente pensaría que estoy holgazaneando", concluye.
Los demás también están más relajados. Braver decide que no tomará café, omitiendo así su ritual cotidiano. Al día siguiente, no se pone el reloj, y advierte sobre consultarlo demasiado. "Algunas veces, olvido ponerme el reloj en casa pero, en honor a la verdad, generalmente llevo mi teléfono, que tiene reloj".
Strayer, uno de los "creyentes", dice que los viajeros están experimentando una etapa de relajación que él denomina "síndrome del tercer día". Sus síntomas pueden no ser sorprendentes. Pero incluso los más escépticos de los científicos dicen que algo está sucediendo con sus cerebros y que refuerza sus debates científicos (algo que podría ser importante para ayudar a la gente a ingeniárselas en un mundo de ruido electrónico constante).
"Si podemos descubrir que la gente camina fatigada y no se da cuenta de su potencial cognitivo", afirma Braver, quien entonces hace una pausa y agrega: "¿Qué podemos hacer para recuperar todo nuestro potencial?"
Lo que él insinúa es algo que los científicos no terminarán de descubrir hasta los últimos minutos del viaje: tienen ideas sobre cómo responder esta pregunta.
Camino a casa. Más tarde, esa noche, ya de regreso en Recapture Lodge, Kramer solicita su computadora portátil en la recepción. Primero, dice que esperará para usarla hasta que se duche y descanse. Luego, decide darle un vistazo. Ha recibido 216 mensajes de correo electrónico, pero nada sobre el subsidio militar.
"La saga de los 25 millones de dólares continúa", agrega, y apaga la máquina.
A la mañana siguiente, él y Braver se sientan en la parte trasera del automóvil, camino al aeropuerto; el par de escépticos comparte el charqui y una perspectiva. El viaje no los transformó, pero sí les hizo cambiar la manera de pensar sobre sus investigaciones (y sobre sí mismos).
Braver relata que cuando recuperó su teléfono, la noche anterior, cayó en la cuenta de la cantidad de veces que recurre a él en los escasos momentos de aburrimiento: "En ciertas ocasiones, lo uso como excusa para ser antisocial".
Cuando regrese a St. Louis, planea concentrarse más en entender qué sucede con el cerebro cuando descansa. Él quiere emplear la tecnología que usa imágenes para ver si se puede medir el efecto de la naturaleza sobre el cerebro y si hay otras maneras de reproducirlo, como por ejemplo, mediante la meditación.
Por su parte, Kramer agrega que él desea investigar si los beneficios para el cerebro (los pensamientos más claros, por ejemplo) provienen de la experiencia de estar en contacto con la naturaleza, así como de escalar y practicar rafting, o de una combinación de dichas acciones.
Atchley destaca que puede ver nuevas maneras de entender por qué los adolescentes deciden enviar y recibir mensajes de texto incluso en situaciones de peligro, como cuando conducen. Quizás, la adicción que provoca la estimulación digital lleve a una deficiente toma de decisiones. Por su parte, Yantis dice que una conversación que tuvo lugar muy tarde por la noche, debajo de las estrellas y de murciélagos que volaban en círculos, le proporcionó nuevas formas de pensar sobre su investigación, relacionadas con la manera y la razón por la cual las personas se distraen con flujos de información irrelevante.
Incluso sin saber exactamente cómo afectó el viaje a sus cerebros, los científicos están preparados para recomendar un período de inactividad como camino hacia el pensamiento relajado. Como dice Kramer: "¿Cuántos años recetamos aspirinas sin saber cuál era el mecanismo exacto?"
Cuando se acercan al aeropuerto, Kramer también menciona un descubrimiento personal: "Tengo un colega que afirma que soy muy descortés cuando saco una computadora en medio de una reunión. Yo digo: «Puedo escuchar». Quizás no estoy escuchando tan bien. Quizás pueda trabajar en ser más comprometido".
Traducción de Ángela Atadía de Borghetti