Edad no determina el declive sexual

Un estudio, de la Universidad de Chicago, entre más de 3 mil hombres y mujeres de 57 a 85 años indica que la caída está más relacionada con el estrés acumulado. Para los especialistas, la vejez tiene una sexualidad propia. El mayor problema, dicen, sigue siendo el prejuicio.

"Y así llega la vejez, y con ella la tristeza de la decadencia física y del apartamiento forzoso de la vida activa de los sexos...", escribía Gregorio Marañón en "Tres ensayos sobre la vida sexual", en los años '40. Pasó mucho tiempo desde entonces. Y hoy, superados tantos tabúes, sabemos que el paso de los años no necesariamente descalifica para la vida sexual. Se entiende: con algunas limitaciones que las arrugas traen, más allá del tan promocionado Viagra que también usan los jóvenes. Los adultos mayores tienen una sexualidad propia, alejada de la genitalidad -una impronta típica de Occidente- y más cercana al erotismo, a la sensualidad. Un cuadro que para nada atrae (más bien repele), a los más jóvenes, quienes prefieren seguir viendo a sus mayores como seres asexuados. Internet, tan plagada de sexo hasta en sus peores variantes, ofrece poco sobre sexo en la vejez. Nada más lejos de la realidad, nada más viejo.

Con una mano en el corazón: ¿Quién se imagina a una persona de 80 años teniendo sexo con otra? ¿Y masturbándose? ¿Quién cree que esto es posible? Hagan correr la pregunta a los que tienen alrededor, ahora mismo. A jóvenes, a adultos, a los adolescentes. A ver qué respuesta obtienen. Esta mirada pesa y determina a muchos viejos que colgaron los botines y viejas que bajaron la persiana. Pero no es así. La edad no determina el fin de la sexualidad.

En los Estados Unidos se acaba de publicar un estudio que habla de este tema y da largo pie para seguir hablando. El Departamento de Sociología e Investigación de la Población de la Universidad de Chicago encaró un estudio epidemiológico, entrevistas a 1.550 mujeres y 1.455 hombres de entre 57 y 85 años. Una de sus principales conclusiones es que "los problemas sexuales no son una inevitable consecuencia de la edad", sino el producto de otras cosas, las que estresan a los seres humanos más allá de la edad que tengan.

Dice el trabajo, publicado por la Sociedad Internacional de Medicina Sexual, al que accedió Clarín gracias al investigador Edward Laumann: "El incremento de la edad biológica no resulta en mayores problemas sexuales para cada género, con la sola excepción de las erecciones en los hombres y problemas de orgasmo, que se incrementan marcadamente con la edad. En cambio, en hombres con eyaculación precoz, la prevalencia parece declinar con la edad".

Así cualquiera, estará diciendo el lector o lectora que vincula de manera única a sexualidad con genitalidad. Entonces, lo primero es definir sexualidad ¿en la vejez? "Cuando se habla de sexualidad en la vejez no se habla de genitalidad ni de performance sexual. Lo que sabemos es que en la vejez podemos disfrutar o padecer nuestras virtudes o limitaciones. La vejez tiene una sexualidad que le es propia y que no es uniforme porque no todos los viejos llegan a su vejez con sus parejas, no todos llegan con sus parejas de la misma forma y no todos envejecen igual. Pero si es cierto que se constituye un espacio de sensualidad que le es propio a la vejez y que no cesa hasta la muerte", dice el especialista Sergio Czerwonko, director del Curso de Postgrado en Psicogeriatria y Gerontopsiquiatria de la Asociacion Alzheimer de Argentina.

El doctor Czerwonko es de los que abreva en clásicos como La Vejez, de Simone de Beauvoir, para abordar este tema. Los papers de investigadores le dan como frío. Una "sensación de recorte" de la temática, dice.

Pero lo interesante del trabajo realizado por los universitarios de Chicago, destaca, es que termina concluyendo que los médicos que tratan a los "older adults" (adultos mayores) deben tomar en cuenta no sólo su salud física, sino también su salud psicosocial y la satisfacción que consiguen en sus relaciones intimas. Un llamado a ver que no todos los problemas se solucionan con pastillas.

A cierta distancia, Ricardo Iacub, en su libro "Erótica y vejez" decide hablar de erotismo antes que de sexualidad o de capacidades o discapacidades físicas. "Si el vigor es esencial en un hombre, en la mujer lo principal es el atractivo", describe el pensamiento occidental antes de pasar a la descripción que la estadounidense Susan Sontag hizo del cuerpo de una mujer vieja: "El envejecimiento es un proceso que consiste en volverse obscena sexualmente por los senos fofos, el cuello arrugado, las manos manchadas, el cabello afinado, el torso sin cintura y las piernas con várices...".

Iacub saluda que el estudio de la Universidad de Chicago pregunte por sexo oral, masturbación, y otras cuestiones sexuales que se suponen vedadas en la vejez. "Desde el punto de vista cultural, deberían ser tomados como una minoría sexual, y se piensa esto porque a la gente no le gustan los viejos y niega cualquier tipo de erótica diferenciada. Las mujeres dejan de ser eróticas por una cuestión estética en esta sexualidad pobre de Occidente, basada en el rito genital. Pero como toda minoría, tiene una posibilidad de goce sexual distinto".

La generación que hoy está en la vejez creció con los parámetros de la década del 40 del siglo pasado, y antes también. "Es una generación bisagra, que vivió dos terceras partes del siglo XX. Y los prejuicios les hicieron mucho daño. Escucharon por ejemplo que la menstruación era una enfermedad, que si se masturbaban podían volverse locos. Crecieron con el ideal de mujer decente, recatada... Se cree que pierden el deseo, que son incapaces de sentir placer", dice Virginia Viguera, psiquiatra, directora de la revista Tiempo y docente en Programas de Educación Permanente de Adultos Mayores de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la Universidad Nacional de La Plata. Y concluye: "El peor de los prejuicios es pensar que uno se vuelve asexuado con el paso de los años. No es así: somos sexuados hasta el último día".

No hay comentarios: