Viaje a Ítaca

Si vas a emprender el viaje hacia Itaca
pide que tu camino sea largo,
rico en experiencias, en conocimiento.

A Lestrigones y a Cíclopes
o al airado Poseidón nunca temas,
no hallarás tales seres en tu ruta
si alto es tu pensamiento y limpia
la emoción de tu espíritu y tu cuerpo.

A Lestrigones ni a Cíclopes
ni al fiero Poseidón hallarás nunca,
si no los llevas dentro de tu alma,
si no es tu alma quien ante ti los pone.

Pide que tu camino sea largo.
Que numerosas sean las mañanas de verano
en que con placer, felizmente
arribes a bahías nunca vistas;
detente en los emporios de Fenicia
y adquiere hermosas mercancías,
madreperla y coral, ámbar y ébano,
aromas deliciosos y diversos,
cuanto puedas invierte en voluptuosos y delicados
perfumes;
visita muchas ciudades de Egipto
y con avidez aprende de sus sabios.

Ten siempre en la memoria a Itaca.
Llegar allí es tu meta.
Mas no apresures el viaje.
Mejor que se extienda largos años
y en tu vejez arribes a la isla
con cuanto hayas ganado en el camino,
sin esperar que Itaca te enriquezca.
Itaca te regaló un hermoso viaje,
sin ella el camino no hubieras emprendido,
mas ninguna otra cosa puede darte.
Aunque pobre la encuentres, Itaca no te engañó.
Rico en saber y en vida como has vuelto,
comprendes ya qué significan las Itacas.
Konstantino Kavafis

Estudiar después de los 60 mejora la salud


Comenzar la universidad en la séptima década de vida puede resultar todo un desafío, sobre todo porque lo primero que aparece son las excusas para no intentarlo, como "?a esta edad?" o, la más frecuente, "la cabeza no me va a responder".
Sin embargo, en las aulas de la Universidad Nacional de Lomas de Zamora (UNLZ) se comprueba a simple vista que retomar el estudio a partir de los 60 no sólo rejuvenece el cerebro, sino también ayuda a prevenir enfermedades mentales de la edad, como las demencias, a reducir la depresión, a recuperar los roles sociales y a mejorar la calidad del envejecimiento.
"Tenemos una edad biológica y otra edad psicológica. La primera no la podemos modificar y a medida que avanza te siguen festejando los cumpleanos y te la recuerdan a cada rato... -bromea Eugenia Resnik, de 83 anos-. Pero la otra podemos mejorarla muchísimo si tenemos voluntad."
Eugenia comenzó la universidad el ano pasado; se inscribió en el curso de psicología y este año reincidió también con filosofía, un saber sobre el que confiesa que nunca había tenido un libro en la mano.
"Siempre nos queda una asignatura pendiente -asegura Eugenia al explicar por qué decidió ir a la universidad-. Mis padres fueron inmigrantes, nunca nos faltó lo imprescindible, pero con mis hermanos sólo pudimos ir a la escuela primaria. Siempre quise seguir estudiando y tener una carrera, pero no fue posible."
Desde hace diez anos, la Secretaría de Extensión Universitaria de la Facultad de Ciencias Sociales creó la Universidad de la Tercera Edad (Unite), un programa que incluye el dictado de 36 cursos gratuitos para mayores de 60 anos.
Durante un año o un cuatrimestre, unos 200 estudiantes cada año reciben contenidos de nivel académico teóricos y prácticos. Los docentes, que son los mismos que los de las carreras de grado de la UNLZ, no exigen memorizar textos y rendir exámenes, pero sí cumplir con los plazos para la entrega de los trabajos prácticos y las investigaciones.
"Los adultos mayores tienen la misma capacidad de aprendizaje que en otras épocas de la vida; las variaciones obedecen a conocimientos previos, estudios finalizados, ritmos, tiempos de cada uno, e interés y motivación por la tarea", explicó a LA NACION la licenciada en psicología Mónica Straschnoy, docente de la Unite y coautora de un estudio sobre los efectos del aprendizaje en la tercera edad, junto con la licenciada Adriana Rozanski.

Sentirse vivos
Para la investigación, las autoras elaboraron un cuestionario de 15 preguntas que les entregaron a 150 alumnos con un año de antigüedad en los cursos.
La mayoría (59%) aseguró que la motivación para inscribirse en la universidad había sido la inquietud de adquirir conocimientos, mientras que el resto mencionó el deseo de superación (18%), de compartir experiencias (10%) o simplemente curiosidad (2%), entro otros.
"Lo que los impulsa a estudiar difiere, pero lo interesante es que el énfasis no lo ponen en la productividad, como los más jóvenes, sino en la retroalimentación, en sentirse que todavía están vivos y con posibilidad de hacer cosas no para ocupar el tiempo libre, sino porque les sirven para usar en su vida diaria", explicó la licenciada Rozanski, investigadora y docente de la Unite.
Cada curso incluye una clase por semana durante un cuatrimestre o un año. El 51% prefirió un curso por vez y el resto, entre dos y cuatro. Al año, el 85% de los estudiantes reconoció tener aptitudes cognitivas y de socialización que hasta el momento ignoraba, mientras que el 90% sintió que el conocimiento le permitió "sacar más provecho de la vida" y ser "más fructíferos".
Además, el 91% aseguró que la información le permitió mejorar la calidad de vida.
"Con sólo prepararse y salir de su casa una vez por semana o más para ir a clase, la persona mayor deja de sentirse aislada y fuera del contexto social, en el que generalmente se lo margina y se le impone que a partir de cierta edad no puede hacer determinadas actividades", agregó Rozanski.
"Es casi inmediato: los alumnos revierten la desagradable imposición social de pertenecer a la clase pasiva, cuando se trata de personas con recursos cognitivos que no sólo disminuyen con el envejecimiento sino que también pueden aumentar si se los ejercita."
De hecho, la hipótesis que intentan demostrar ambas psicólogas plantea que el aprendizaje en esa población "sería condición necesaria" para mejorar su salud psicofísica.

Problemas comunes
A la Universidad de la Tercera Edad, que es una de las 19 propuestas educativas para adultos mayores que ofrecen universidades públicas y privadas del país, llegan estudiantes "reincidentes" -como ellos mismos se definen-, con distintos niveles educativos, pero dos problemas comunes: depresión y pérdida de los roles sociales.
"El ocio y la soledad son malos compañeros del ser humano, mucho más en las personas adultas mayores, en las que a veces quedan pocas reservas y comienza a aparecer el fantasma de la pérdida del sentido de la existencia", opinó Straschnoy.

Nuevas habilidades
Con los cursos, observaron las investigadoras, los adultos mejoran la adquisición de habilidades, como el pensamiento crítico, el buen humor y la adaptación a los cambios de la realidad.
En definitiva, "adquieren un lugar de interés porque muchos de ellos comienzan a dominar nuevos temas con la terminología científica respectiva. Les permiten relacionarse de una forma valiosa con sus hijos y nietos. Se los puede ver por los pasillos de la facultad, teniendo presencia y compartiendo con distintas generaciones", agregó Straschnoy.
Es más, muchos de ellos comparten esos pasillos o el bar de la facultad con sus nietos, que cursan carreras de grado en la Universidad Nacional de Lomas de Zamora, y hasta se los puede ver explicándoles distintos puntos de las materias a los más jóvenes.
"Hablo con mis nietos como si ellos hablaran con sus amigos -comenta Eugenia, que ya tiene cuatro bisnietos-. Eso me parece fascinante: que confíen en mí, que compartan conmigo su vida... Veo en reuniones a personas con veinte anos menos que yo y si hay una persona mayor la dejan sola como a un objeto, no la consideran un sujeto. Eso es terrible."
Para Rozanski, en definitiva, "éste es un modelo que demuestra cuánto se justifica invertir en prevención y educación".
Por Fabiola Czubaj - Fuente LA NACION

La Vejez ... algo maravilloso!!!


¿Qué ves en la foto..?
¿te impresiona..?
¿te causa miedo u otra sensación..?


La vejez es algo maravilloso,
un cúmulo de sabiduría
guardado en complejas escrituras...
las arrugas de nuestro rostro.


¿Y si vemos en la vejez algo más
que dolor y fin..?


¿Y si aprendemos de ellos y escuchamos
lo que dicen una y otra vez..?


aunque lo hemos escuchado
cientos de veces...?


¿Qué podría suceder
si intentamos no ignorarlos
por ser diferentes..?


Si dejamos de discriminarlos
por ser más bajitos

o más arrugados...
ó más lentos que los demás...


Si dejamos de mirarlos
con lástima y empezamos a.....
Observarlos,
escucharlos,
acompañarlos,

a sentirlos parte y sobre todo,
reflejo de nuestro propio futuro.


¡Arriba la vejez!

Por más viejos acompañados;
por más viejos felices!!!
Javier Rubinstein (22 años) Artista Plástico

Más años es tal vez más felicidad


La conciencia de los límites, el peso de la experiencia e incluso ciertos cambios en la actividad cerebral pueden redundar, en la vejez, en una mayor satisfacción frente a lo cotidiano como también en la capacidad de desestimar emociones negativas.
Por: Ricardo Iacub

Es posible pensar la felicidad por fuera de los ideales sociales que nos auguran logros, reconocimiento y poder? ¿En qué medida la consciencia de los límites nos permite acercarnos al goce de lo cotidiano?

La felicidad, que aparece hoy como un nuevo tópico de investigación científica, aun cuando siga generando suspicacias y dudas por su complejidad conceptual, nos arroja datos cada vez más sustantivos y consolidados que nos acercan a temáticas abordadas desde hace siglos por filósofos y pensadores que buscaban "ese oscuro objeto del deseo".

Cuando se aborda esta cuestión en relación con el envejecimiento, se produce una especial curiosidad y sorpresa.

Recientemente, en un estudio de la Universidad de Warwick y Dartmouth College, se recolectaron datos de 2 millones de personas, en 80 países (inclusive el nuestro). Los resultados mostraron que las personas de mediana edad disminuían los niveles de felicidad; un dato curioso indicaba que para volver a alcanzar los niveles de los 20 años había que esperar hasta los 70.

Este dato es consistente con otras investigaciones, entre las que se destaca la de Pond Lacey (Journal of Happiness Studies, 2006), donde fueron evaluadas personas de aproximadamente 30 y 70 años y se descubrió que éstas últimas eran más felices. Son resultados que parecen sorprender hasta los más optimistas.

Las explicaciones son variadas, aunque se remarca el peso de la experiencia y el paso del tiempo, los cuales permitirían un punto de vista diferente de la vida. La intensidad de las emociones parece suavizarse particularmente frente a las experiencias negativas, lo que muchas veces se denominó la serenidad de la vejez. Esto no implica la no intensidad de los goces, sino un manejo más adecuado de lo molesto o nocivo.

Aun cuando las explicaciones sean predominantemente de orden psicológico, existe una fuerte evidencia sobre los cambios de la actividad cerebral en la percepción de los hechos negativos en las personas mayores. Por ejemplo, imágenes registradas por un resonador magnético revelaron que la amígdala, que es la parte del cerebro responsable de las reacciones emocionales y la memoria, no reacciona con la misma intensidad que en otras edades cuando se muestran escenas negativas.

Los investigadores Stacey Wood y Michael Kisley (Psychological Science, 2007) grabaron la actividad cerebral de adultos a quienes se les mostraron una serie de imágenes positivas y negativas, tales como un helado o un animal muerto. Mientras que los jóvenes (entre 18 y 25) dieron más importancia a las imágenes emocionalmente negativas, los adultos mayores (55 y más) prestaron más atención a las positivas. Otros estudios agregaron a estas conclusiones la más rápida recuperación frente a eventos negativos.

Stacey Wood (Los Angeles Times, 2007) sostiene que se produce un manejo diferente de la información emocional en el procesamiento cerebral. Esto podría remitir a la antigua noción de sabiduría, interpretada como la habilidad para integrar la información que proveen las emociones, siendo más capaces de sopesar y no hallar tan disruptivo lo negativo o discordante.

Mientras que algunos consideran que "los golpes de la vida" podrían enseñarnos lo esencial —es decir, lo que tiene valor para el sujeto—, otras perspectivas complejizan las explicaciones. La psicóloga estadounidense Laura Carstensen viene desarrollando investigaciones sobre las emociones en la vejez en el Centro de Longevidad de la Universidad de Stanford, tratando de comprender "la predisposición a lo positivo".

La explicación es que el control emocional, que redunda en un más amplio nivel de satisfacción, se debe a la creciente consciencia de finitud y la percepción de un tiempo limitado por vivir, lo que tiende a generar una mayor selectividad emocional, generalmente asociada a objetivos más afectivos, personalizados y con una fuerte focalización en el presente (Psychology and Aging, 2002)

Esta misma perspectiva, en la que la sensación de cierta provisionalidad es más real y palpable, permite darle a la vida más valor y sentir más agradecimiento, así como también enfocarse más sobre los aspectos positivos y promover con ello una mayor satisfacción vital.

La paradoja de la vejez parece radicar, según Carstensen, en que a pesar de que existe cierto declive físico y cognitivo, se incrementa el bienestar psicológico.

Esto no implica que sea una experiencia de todos los mayores. Ciertos niveles de padecimientos físicos o económicos podrían limitar estas vivencias, así como las características neuróticas del sujeto no disminuyen con la edad.

Borges, en el cuento "El inmortal", siguiendo una tradición existencialista, describía el aburrimiento que generaba la falta de prisa de aquellos cuyas vidas carecían de un límite de tiempo. La cercanía del fin puede producir pánico o puede hacer brotar la experiencia más rica del ser humano: el goce de lo cotidiano.- (Nota aportada por Haydée)