(...) Cuando abrió los ojos, el Hombre Oveja se encontró en su cama, en la habitación de siempre. Al principio pensó que todo había sido un sueño, pero sabía muy bien que no era así. Tenía un chichón en la cabeza, el trasero de su traje de oveja estaba sucio, y en la habitación, en vez de su viejo piano, estaba el piano blanco en forma de oveja. Todo había ocurrido de verdad. Por la ventana podía ver la nieve, que se acumulaba en las ramas de los árboles, en el buzón, en el cercado....Esa tarde el Hombre Oveja fue a visitar al Profesor Oveja a su casa en las afueras de la ciudad, pero donde había estado la casa ya no había más que un descampado. Ni los arbustos, ni el llamador, ni las columnas y baldosas con forma de oveja... Todo había desaparecido. -Ya no volveré a ver a ninguno de ellos-, pensó el Hombre Oveja. -Ni a los dos Tornillos, ni a las gemelas 208 y 209, ni a la Señora Cuerva de Mar, ni a Poca Cosa, ni al Profesor, ni al Reverendísimo Señor Oveja.- Al pensar esto, lágrimas brotaron de los ojos del Hombre Oveja. Había llegado a quererlos tanto. "
Haruki Murakami
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