Resiliencia en el Adulto Mayor



¿Qué es la resiliencia y cómo favorece a las personas mayores?

Representa la adaptación positiva de la persona a pesar de la adversidad y ante situaciones de amenaza. En la etapa de la vejez cobra especial importancia por ser un periodo en el que se suelen presentar diversos eventos críticos y altamente estresantes y, cabe notar que, a pesar de ello, algunas personas mayores se adaptan a tales condiciones sin mostrar un decremento en el bienestar o en la satisfacción con la vida.

La tercera edad es un período caracterizado por la activación de la Resiliencia.

En la tercera edad suelen afrontarse eventos críticos como son los problemas de salud, la pérdida de seres queridos y, en muchos casos un decremento en la situación económica. Sin embargo, hay estudios que indican que, a pesar de haber sufrido tales dificultades, y muchas veces circunstancias extremas, peligrosas o traumáticas (guerras y austeridad); muchas personas mayores se encuentran en buena condición de salud, (aunque pueden tener padecimientos propios de la edad) e, incluso, dan muestras de vitalidad, de buen humor, entusiasmo en realizar actividades que les mantenga ocupados y que aporten beneficios para ellos y para otras personas y, además poseen gran interés en seguir contribuyendo y participando con su familia y amigos.

Lo anterior indica que los mayores han tenido que ajustarse y sobrevivir a innumerables situaciones de adversidad a través de procesos de adaptación, mediante los cuáles, logran mantener un adecuado nivel de funcionamiento en diferentes dominios y, felizmente, alta o adecuada satisfacción con la vida y bienestar, es decir, han mostrado resiliencia ante las adversidades (Brandtstädter y Greve, 1994).

La resiliencia, por lo tanto, debe reunir dos condiciones y características:

1)  La exposición a un daño significativo o una adversidad severa.
2) La adaptación positiva a pesar de un “riesgo significativo” en el proceso de desarrollo. Los eventos adversos que ocurren en la vejez, ponen en funcionamiento múltiples autosistemas de adaptación (Greve y Staudinger, 2006). Por ejemplo, puede presentarse un declive en ciertas habilidades del área cognitiva, sin embargo, esto no determinará el funcionamiento cognitivo ya que, gracias al gran bagaje de conocimientos y habilidades adquiridos a través de los años puede compensarlo. Este tipo de procesos, según Baltes et al. (1998), indica que la resiliencia ocurre diariamente en la vejez, es decir, es un fenómeno normativo.

La pregunta es, ¿Qué mecanismos pueden llevar a la resiliencia?

Las investigaciones han constatado que determinados recursos tienen la capacidad de amortiguar los efectos de los eventos estresantes, ya sean estos consecuencias de eventos normativos o bien, eventos no normativos. La idea básica es que si un dominio o área se ve amenazada, muchas otras áreas de protección se activarán para protegerla o subsanarla.

Los recursos asociados a la resiliencia (también llamados factores protectores o recursos) son de naturaleza múltiple y cambian en los diferentes periodos de la vida, además cabe recordar que se encuentran a nivel individual, familiar y social o de comunidad (Heckhausen, 2001, Luthar et al., 2000).
Con respecto a la vejez, los indicadores de resiliencia pueden ser el mantener un buen funcionamiento en los dominios que son de mayor interés para los individuos. Usualmente se enfocan a mantener una buena salud, movilidad y funcionamiento físico, al aspecto cognitivo y de personalidad y a mantener las redes sociales y de apoyo (Heckhausen, 2001).

Recursos que potencian la resiliencia

Es conveniente señalar que algunos investigadores insisten en que la resiliencia no es considerada una característica o atributo de la personalidad, sino un conjunto de recursos y fortalezas que son capaces de potenciarla y proveerla cuando la situación lo requiera (Greve y Staudinger, 2006). Entre los recursos señalados constantemente en la literatura se encuentran la identidad positiva, el control personal, la auto eficacia, la autoestima, las emociones positivas, el optimismo, el afrontamiento y el apoyo social.

-Identidad Positiva

Se ha encontrado que cuando los mayores se reconocen a sí mismos con una identidad positiva y ricamente construida, cuando se evalúan positivamente y establecen en el presente diferentes niveles de funcionamiento, pueden ser más exitosos y menos vulnerables ante las crisis (Brandtstädter y Greve, 1994; Coleman y Antonucci, 1982). Además esta variable está relacionada con la autoestima y el bienestar (Greve y Staudinger, 2006)

-Control personal

El sentimiento de control, es decir, la creencia de que a través de nuestras propias conductas se ejerce control sobre nuestras vidas y sobre el entorno que nos rodea, activará diferentes estados emocionales que favorecen la salud. Adicionalmente, el control interno juega un papel funcional en la adaptación exitosa ante las situaciones difíciles e, incluso, puede mediar la relación de otros recursos como la autoestima y la auto eficacia, que a su vez activan el sistema de adaptación ante las crisis, los retos y la conducta individual (Brandtstädter y Greve, 1994, Heckhausen, 2001).

El control personal (ya sea interno, control primario o secundario) ocupa un lugar central para lograr la adaptación y la resiliencia. Los esfuerzos para regular el curso de la vida y el ambiente, es contingente con las conductas que llevarán a cabo las personas para establecer y modificar sus metas personales, optimizar sus motivaciones y recursos emocionales, así como realizar lo necesario para alcanzarlas (control secundario) y, finalmente, mantener un control sobre su propio ambiente (control primario).

-Sentido de Auto eficacia

La auto-eficacia es la creencia acerca de las propias capacidades para organizar y manejar las situaciones futuras (Bandura, 1999). Esta variable es un recurso capaz de mediar la percepción de control del individuo y sus sentimientos ante las pérdidas. Además le ayuda a mantener el optimismo ante la situación, activa el funcionamiento de algunos dominios incrementando la probabilidad de mantener y optimizar su funcionamiento en áreas como la inteligencia, la memoria o la salud (Bandura, 1999).

-Autoestima

La autoestima, es decir, la valoración que tenemos de nosotros mismos, está relacionado con altos niveles de bienestar a pesar de los eventos adversos. Es un recurso (variable moderadora) para el afrontamiento a las amenazas y al estrés (Cicchetti y Rogosch 1997). (Brandtstädter, 1999; Grave y Staudinger, 2006; Mc Cubbin, 2001; Ong, Bergeman, Wallace y Bisconti, 2006), Además poseer una adecuada autoestima es una precondición positiva para movilizar o simplemente aceptar el apoyo social (y así ser una variable mediadora para el manejo de problemas).

-Emociones Positivas

Las emociones positivas son estados de ánimo “que nos hacen sentir bien”; entre las más citadas están la gratitud, el amor, y el perdón, y pueden proporcionar a las personas experiencias subjetivas placenteras y sensaciones de paz. (Fredrikson, Tugade, Waugh y Larkin, 2003). Se ha encontrado que las emociones positivas tienen gran importancia en los procesos de adaptación que buscan alcanzar un equilibrio, ya que facilitan las estrategias de afrontamiento adaptativas, la obtención de recursos sociales y favorecen el bienestar. Del mismo modo, son capaces de moderar las reacciones y la recuperación ante el estrés. Adicionalmente, una gran cantidad de emociones positivas pueden potenciar altos niveles de resiliencia (Fredrickson et al., 2003; Ong et al., 2006). Estudios encaminados a explorar las emociones en personas mayores han encontrado consistentemente que experimentan más emociones positivas que negativas (Mather y Cartensten, 2005). Este hecho, sumado a los datos anteriores, explican que los mayores dispongan más de estos recursos no sólo para amortizar, también para favorecer la adaptación después o durante experiencias negativas y dañinas.

-Optimismo

El optimismo, definido comúnmente como la tendencia a esperar que el futuro depare resultados favorables (Seligman, 2003), es una fortaleza importante que ayuda a afrontar las adversidades y tiene beneficios en la salud y el bienestar. Además media la relación de otros recursos personales y los eventos estresantes (Ong et al., 2006), promoviendo la adaptación ante el intento de alcanzar metas (Taylor y Gollwitzer)

-Afrontamiento

Aunque el afrontamiento es una variable relacionada estrechamente con la resiliencia, no es sinónimo de ella; aunque Greve y Staudinger (2006) apuntaron que puede observarse un sobrelapamiento entre ambas.

El afrontamiento es definido como un proceso por el cuál los individuos manejan los retos o las amenazas (Lazarus y Folkman, 1984). Las personas mayores recurren más al afrontamiento centrado en las emociones que al centrado en los problemas, además se ha informado que, en su mayoría logran manejar las crisis exitosamente (incluyendo los aspectos negativos de la edad). Así, el amplio repertorio de estrategias de afrontamiento que han acumulado durante su vida, les servirán fundamentalmente para adaptarse a los diferentes problemas y a las situaciones estresantes (Brandtstädter y Greve, 1994, Diehl).

Se ha encontrado que las personas mayores adaptan sus estrategias ante los problemas y las pérdidas que son difíciles o imposibles de afrontar activamente. Por ejemplo, los sistema de valoración personal son modificados, las preferencias son adaptadas, y se recurre a la reinterpretación de los problemas cambiando la perspectiva (Brandtstädter y Renner, 1990). Incluso, dada la falta de control sobre algunos problemas, suele existir una aceptación de las consecuencias y de sus efectos. Estos procesos contribuyen a resolver las discrepancias y a reducir los efectos adversos en el bienestar. Lo anterior indica que el afrontamiento es un proceso de acomodación en el que la imagen del individuo y la imagen de sus metas, son alterados para eliminar los aspectos negativos de las discrepancias (Brandtstädter y Greve, 1994).

-Otros recursos psicológicos

Kinsel (2005) realizó un estudio cualitativo en el que encontró otros recursos psicológicos usados por personas mayores “resilientes”:
La curiosidad hacia el mundo y el otorgar alto valor a la educación fue considerada como variable de fundamental importancia. Los mayores trataban de seguir aprendiendo y no sentían temor ante la necesidad de buscar información cuando no conocían ciertas cosas. También informaron que era muy gratificante involucrarse en actividades de aprendizaje.

Otra cualidad fue el ser poco ortodoxos o convencionales, sin importar discrepar con las normas sociales del momento, lo cuál implicaba adoptar una “actitud activa”.

Finalmente, el terreno espiritual fue considerado como un pilar de apoyo para las personas mayores y un recurso poderoso ante la necesidad de adaptarse y hacer frente a nuevas situaciones. Al hablar del terreno espiritual, las personas se referían a la creencia de la existencia de un poder superior en el cuál podían apoyarse.

-Redes sociales y apoyo social

Las redes sociales y de apoyo brindan no sólo la ayuda instrumental para resolver problemas, también intervienen otros recursos como es la auto-estima y el sentimiento de auto eficacia.

Al parecer, su importancia no radica en el apoyo en sí mismo, sino en la percepción que la persona que lo recibe tiene de dicho apoyo, siendo, al parecer, la calidad de las relaciones lo que más contribuye a la resiliencia.

Al parecer, existe una asociación positiva entre el apoyo social y la auto eficacia. A su vez, el apoyo social contribuye al bienestar percibido de los mayores (Heckhausen)

-La plasticidad

Baltes et al. (1998) y sus colaboradores puntualizaron que el ser humano se caracteriza por la plasticidad, es decir, por la capacidad de minimizar los efectos de lesiones a través de cambios estructurales y funcionales en otras áreas. Este concepto forma parte central y es prerrequisito para el desarrollo humano y para la resiliencia, y logrará activarse a través de la articulación de diferentes procesos como la selección, la compensación y la optimización.

Estos tres procesos, que ya presenté en el artículo sobre Psicología Positiva y Tercera Edad en el número anterior de la revista Saber Alternativo, están estrechamente relacionados con la “capacidad de reserva”, que activa el potencial del individuo para adaptarse al cambio y a la dialéctica de ganancias y de pérdidas que se experimentan en la vejez. En estos procesos, el individuo juega un rol activo en su desarrollo y recurre, cuando las circunstancias lo requieren, a dominios o competencias que antes no empleaba y que le ayudan a compensar sus pérdidas.

Un ejemplo de lo anterior es que para adaptarse a los cambios físicos y sociales en la vejez, es necesario seguir una serie de estrategias entre las que se encuentra la coordinación de las ganancias y de las pérdidas, que accionarán factores de protección para lograr una adaptación exitosa. Será necesario seleccionar aquellos dominios que se pueden o quieren preservar, para optimizar una función y así poder compensar lo perdido. Estas adaptaciones ayudarán al individuo a ajustarse a los nuevos requerimientos y condiciones, acercándose a la “vejez con éxito”.

Si los procesos de selección, compensación y optimización operan de manera conjunta, constituirán un componente fundamental de las fortalezas humanas (Baltes y Freund 2003), que en articulación con los recursos como la auto eficacia, la autoestima, etc. potenciarán la resiliencia.

En otras palabras, cuando las personas mayores se enfrentan a nuevas situaciones como son las enfermedades crónicas, el abandono por parte de los hijos, la separación del esposo o de la esposa, la viudez, o la jubilación, entre muchas otras, se ven obligados a replantearse nuevas pautas de vida que les llevará a la adopción de estrategias encaminadas a superar las crisis.

La selección de nuevos esquemas de conductas para compensar y optimizar de acuerdo a sus objetivos personales, denotará una persona integrada, que resuelve de manera consciente o inconscientemente tales crisis, que por lo tanto asienta un acercamiento a las fortalezas y a la resiliencia (Staudinger et al., 1995).

Finalmente, todos estos recursos que potencian la resiliencia son estudiados, fomentados y aplicados por la Psicología Positiva. Estas aportaciones, entre todas las que está mostrando, han conseguido que esta nueva rama de la Psicología esté despertando un enorme interés dentro de la comunidad científica y en el resto de la sociedad.

Rubén Rivera Feteira